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El movimiento revolucionario latino americano |
Proyecto de tesis sobre el movimiento revolucionario de la América Latina Fuente: "Proyecto de tesis sobre el movimiento revolucionario de la América Latina", La Correspondencia Sudamericana 2 época, no. 12, 13, y 14 (mayo 1929): 1–16. Primera Conferencia Comunista latino americana El presente número extraordinario de nuestra revista tiene por objeto el publicar los materiales relativos a la Primera Conferencia Comunista Latino Americana, a cuyo respecto debemos lamentar que los diversos partidos no hayan contribuído con envío oportuno de las informaciones y tesis que le fueron solicitadas por el Secretariado Sudamericano. Esa falta, sin embargo, está suplida en gran parte con las tesis que insertamos a continuación aprobada en principio por el Presidium de la Internacional Comunista, la que servirá de base para nuestro trabajo. Insertamos, asimismo, diversos materiales para facilitar el conocimiento de los diversos problemas de distintos países y para poder completar las tesis. Además, se adoptarán resoluciones sobre los diversos puntos del orden del día y se establecerán cuáles son las tareas inmediatas para los distintos partidos. Proyecto de tesis sobre el movimiento revolucionario de la América Latina El presente proyecto de tesis, preparado por la Comisión Latino Americana del VI Congreso y aceptado como base por el Presidium del Ejecutivo de la Internacional Comunista, se publica con el fin de abrir y entablar una discusión, especialmente entre los camaradas y los partidos de América latina sobre los problemas esenciales del movimiento revolucionario en sus respectivos países. Las tesis tratan los problemas más urgentes de nuestro movimiento. La discusión debe contribuir a profundizar algunas de las cuestiones tratadas y a ampliar el campo del estudio comenzado. Este proyecto de tesis será corregido y completado sobre la base de la discusión, antes de ser definitivamente admitido. Los camaradas de los diversos países de América latina deben, pues discutir este proyecto estudiando las condiciones especiales de sus respectivos países y las experiencias de su movimiento obrero y revolucionario a la luz de las cuestiones planteadas en el proyecto. El Secretariado para América latina de Comité Ejecutivo de la I.C. Introducción 1. El movimiento revolucionario de América latina, por más que se desenvuelva en cada uno de los países en formas específicamente determinadas por sus diversas condiciones históricas, políticas y económicas, ofrece sin embargo un conjunto de caracteres generales comunes que permiten hacer un análisis de conjunto, fijar las perspectivas generales de su desenvolvimiento y establecer las grandes líneas de la táctica y las tareas esenciales de los comunistas. La tarea del C. E. de la I. C. será concretar estas directivas generales y adaptarlas a la situación de cada país. I. CARACTERES GENERALES POLITICOS Y ECONOMICOS DE LAS REPUBLICAS SUDAMERICANAS 2. Con excepción de algunas islas de las Antillas, de las tres Guayanas y de la Honduras británica que han seguido siendo colonias de las diversas potencias imperialistas europeas, los países de América latina ofrecen el carácter común de ser antiguas colonias españolas o portuguesas que se libertaron en el siglo pasado por medio de guerras de liberación nacional y que se han transformado en Estados formalmente independientes. Su liberación de España y de Portugal se produjo antes del período del imperialismo, pero no determinó este hecho el desenvolvimiento capitalista propio e independiente de estos países. El imperialismo británico hizo rápidamente de América latina una importante esfera de explotación y de inversión de sus capitales. En vísperas de la guerra imperialista había invertido en grandes propiedades agrarias, en los transportes, minas empréstitos públicos, etc., mil millones de libras esterlinas, aproximadamente, y gozaba de una hegemonía incontestable que dejaba muy lejos detrás de ella, a los Estados Unidos y a los demás Estados imperialistas que se esforzaban también por penetrar en América latina. Después de la guerra imperialista, la penetración del capital yanque en América latina se hace extraordinariamente activa. En el periodo de postguerra ha cuadruplicado el montante de sus inversiones (300% más en 1927 que en 1913), mientras que el imperialismo británico aumentaba los suyos en la proporción de 15 a 20% solamente en d mismo período. Es, pues, evidente que si la suma de los capitales del imperialismo británico invertidos en América latina es todavía ligeramente superior a la del imperialismo yanque, esto no basta para establecer la fuerza respectiva de los dos imperialismos en la América latina y la tendencia general de su desenvolvimiento. Se libra entre ellos una lucha encarnizada en la cual el imperialismo yanque conquista rápidamente la hegemonía. Tiene ya una posición dominante en América Central y en la parte Norte de América del Sur (Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú). Y cada año, en la parte Sur del continente (Argentina, Brasil, Uruguay) se fortifican sus posiciones a expensas de la Gran Bretaña, que tiene todavía en estos últimos países una posición dominante. El término medio anual de las inversiones de capitales yanques desde el fin de la guerra imperialista es cinco veces superior, aproximadamente, al de las inversiones británicas. La tendencia del desenvolvimiento está, pues, netamente orientada hacia la hegemonía del imperialismo yanque en América latina. Esta tendencia ya evidente aunque no se observe más que el desenvolvimiento de las inversiones de capitales, se confirma con otros hechos: el comercio exterior y los cambios comerciales de los países de América latina se orientan cada vez más hacia los Estados Unidos. El 66% de productos fabricados importados por América latina, provienen de los Estados Unidos. El papel de la Bolsa de Nueva York en la fijación de los precios de los productos latino-americanos es decisivo; la penetración del capital yanque prosigue en las empresas que estaban hasta ahora enteramente en manos del capital británico (cobres del Perú, nitrato de Chile, transportes, etc.). Los capitalistas americanos invierten sus capitales principalmente en las minas (petróleo, cobre, nitrato, etc.), en las industrias para la preparación de materias primas del suelo y del subsuelo (azúcar, tabaco, carne, caucho) en los transportes, los trabajos públicos del Estado y los empréstitos públicos. Esta activa penetración económica va acompañada de una tutela política cada vez más fuerte, indispensable al imperialismo para garantizarse la seguridad de sus capitales y obtener privilegios para sus empresas y su comercio. Una serie de países de América Central, de las Antillas y del Norte del continente americano a pesar de su independencia formal, están ya bajo el control de los Estados Unidos (Cuba, las Islas "libres" de las Antillas Santo Domingo, Haití, Panamá y el conjunto de las pequeñas repúblicas de América Central). Los Estados Unidos han garantizado el servicio de la deuda de un gran número de estos Estados, han intervenido par a "ayudarles” a sanear sus finanzas y sus monedas y han "obtenido" el control de las aduanas, de los bancos, de la hacienda pública en la forma disfrazada de expertos financieros que "aconseja" al gobierno. Incluso en los países en que las inversiones de capital yanque son relativamente débiles (Ecuador) los "'expertos" yanques formalmente nombrados por el gobierno ecuatoriano para "aconsejar" al gobierno controlan las aduanas, los bancos, es decir, la vida económica y financiera. Gracias a este control el imperialismo yanque "obtiene" privilegios especiales para, su comercio y sus empresas: tarifas aduaneras reducidas, suspensión de las leyes sobre protección del trabajo y sobre la propiedad del subsuelo (última capitulación del gobierno de Calles en Méjico), etc. Se ejerce control sobre las elecciones presidenciales y sobre la vida pública de las repúblicas de la América Central. Si el imperialismo yanque encuentre alguna resistencia, interviene militarmente y revela el verdadero carácter de su penetración "pacífica" (Nicaragua). Para ligar cada vez más 1a repúblicas de América latina al imperialismo yanque, para dirigir su política y tenerles bajo su influencia directa, el imperialismo yanque propaga el "Panamericanismo" bajo sus diversas formas: conferencias panamericanas, Unión Panamericana, que agrupa en conferencias regulares a todos los Estados del continente americano, bajo la dirección de los Estados Unidos. Todos estos esfuerzos se resumen en el sistema imperialista del cual la doctrina de Monroe es la expresión ideológica. La C. O. P. A. (Confederación Obrera Pan Americana) que se esfuerza por agrupar el movimiento sindical panamericano bajo la hegemonía de la American Federation of Labour, no es más que una expresión de este panamericanismo en el movimiento obrero, vehículo de la dominación imperialista yanque. El imperialismo yanque emplea todos los medios de corrupción y de opresión para colonizar América latina; suscita los conflictos entre Estados, las guerras civiles incluso para poder intervenir como " árbitro" o "pacificador", sostiene, en unos países los gobiernos más reaccionarios (Machado en Cuba, Gómez en Venezuela), en otros, a la pequeña burguesía liberal revolucionaria (Brasil), en otros al fascismo (Ibáñez en Chile), según los intereses de su lucha contra el imperialismo británico y de su explotación de las masas obreras y campesinas de América latina. El control de América Central y de las Antillas es particularmente importante desde el punto de vista estratégico y militar y para el porvenir de la expansión imperialista yanque en todo el continente americano (canal de Panamá, proyectos de canales en Nicaragua y en Colombia). El conflicto de intereses entre el imperialismo británico y el imperialismo de Estados Unidos que es el eje fundamental de las contradicciones internacionales, encuentra en América latina uno de sus principales focos. América latina tiene pues, una importancia de primer orden como una de ha fuentes de conflictos y de nuevas guerras imperialistas. El conflicto entre el Paraguay y Bolivia no es, en el fondo, más que un episodio de la lucha de los dos más potentes imperialismos por la conquista del petróleo sudamericano. América latina es, en su conjunto, uno de los campos de batalla más importantes de los imperialismos de Gran Bretaña y Estados Unidos. Rápidamente este último adquiere la hegemonía y hace de América latina un vasto dominio colonial. El carácter semicolonial de los países de América latina, a pesar de su independencia política formal, más o menos grande, es por consecuencia evidente. 3. El carácter semicolonial de los países de América latina aparece también en su estructura económica y social. La producción agrícola predomina en el conjunto de América latina. Domina en todas partes el régimen de la gran propiedad terrateniente, de las grandes plantaciones y de los latifundios que engloban, en algunos países hasta varios centenares de millares de hectáreas. Estas grandes propiedades fueron arrancadas por la fuerza a los indígenas (indios) que vivían bajo el régimen de un comunismo primitivo y que fueron despojados de sus mejores tierras por los "blancos". Las grandes propiedadas agrarias están ahora en manos del capital extranjero o de la clase de terratenientes nacionales, en su gran mayoría descendientes de los conquistadores españoles y portugueses. Por más que las condiciones de trabajo hayan quedado allí generalmente en el grado de semi-esclavistas y cualesquiera que sean sus procedimientos de cultivo, primitivos o racionalizados, la gran propiedad agraria en América latina representa cada vez menos una forma de producción pre-capitalista feudal que dificulta la integración de la producción agraria de América latina en el sistema capitalista imperialista mundial de producción. Por el contrario, la gran propiedad agraria cualquiera que sea su modo de producción, se incorpora cada vez más al sistema de explotación capitalista imperialista y forma una de las bases de la explotación de las masas obreras y campesinas y de latrocinio de América latina por los diversos imperialismos, en prime lugar, el imperialismo yanque. La lucha contra el régimen de la gran propiedad agraria y contra el imperialismo están pues, estrechamente ligadas. La gran masa de indígenas ha sido, en parte rechazada hacia el interior, donde viven todavía bajo el régimen del comunismo primitivo, y en parte obligada a trabajar como obreros agrícolas y campesinos sin tierra en las grandes propiedades, o como proletarios en las minas y en las empresas industriales. La mano de obra explotada por los grandes propietarios agrarios está formada en las Antillas y el norte del Continente sudamericano, por los negros descendientes de esclavos que trabajan en las plantaciones y libertados formalmente el siglo pasado. En algunos países de emigración, se forma también por obreros agrícolas o colonos emigrados. Cualquiera que sea el modo de producción agrícola de las grandes propiedades, obreros agrícolas, campesinos sin tierra, colonos, el trabajador agrícola está siempre en una absoluta dependencia de las grandes propiedades terratenientes y de las compañías extranjeras, para la irrigación y el trabajo del suelo, el mejoramiento de los cultivos y la recolección de sus productos. Los obreros agrícolas y los campesinos sin tierra viven en condiciones más semejantes a la esclavitud que al salariado moderno. La abolición de la esclavitud ha modificado las relaciones jurídicas entre los trabajadores y sus patronos; pero no ha mejorado sino que, frecuentemente, ha empeorado sus condiciones de trabajo. La industria, generalmente poco desarrollada, está concentrada sobre todo en la preparación de los productos del suelo y del ganado (azúcar, tabaco, frigoríficos, pieles, etc.) en la extracción de las riquezas del subsuelo (petróleo, minas, etc.), en algunas industrias ligeras para la satisfacción de las necesidades inmediatas del mercado interior (textil, zapatería) y en los transportes. Con excepción del Brasil, de la Argentina y de Chile, donde existe una burguesía nacional industrial numéricamente débil, que se diferencia de la clase de grandes propietarios agrarios, en los demás países de América latina, la burguesía industrial, como clase distinta, es casi inexistente y las empresas industriales están allí casi exclusivamente en manos del capital extranjero o de los grandes terratenientes nacionales. En conjunto no hay, o hay solamente, una débil diferenciación de clase entre la burguesía industrial, bancaria y comercial y la clase de los grandes terratenientes. Los grandes terratenientes desarrollan ellos mismos una relación estrecha y constante con el capital extranjero, con la industria que trabaja en la preparación de sus productos, los bancos, el comercio de exportación. Pero lo más frecuente es que sea el capital extranjero quien directamente crea y explota las industrias, desarrolla los transportes, los bancos y las grandes empresas comerciales. El capital usurario, como en todos los países coloniales y semi-coloniales, refuerza en una gran parte de América latina la explotación de las masas trabajadoras, en primer lugar de los campesinos, de los colonos, de los emigrados. América latina presenta pues, en su conjunto, toda una serie de sistemas económicos superpuestos que van desde "la trata de indios" a la empresa americana moderna racionalizada, sistemas que se penetran, se combinan, se combaten y están en continua evolución, pero que son utilizados todos por el imperialismo para robar las riquezas naturales y explotar a la masa obrera y campesina. LA CLASE DOMINANTE en casi todos los países de América latina cualquiera que sea la forma del poder político, ES, PUES, LA CLASE DE LOS GRANDES PROPIETARIOS TERRATENIENTES AL SERVICIO Y EN ESTRECHA RELACION CON EL IMPERIALISMO BRITANICO O NORTE AMERICANO. En los pocos países en que se ha desarrollado una burguesía industrial independiente de los terratenientes (Chile, Argentina, Brasil), esta clase no es, de ninguna manera, independiente del imperialismo. Su lucha contra los grandes terratenientes es siempre la expresión de la lucha del imperialismo yanque contra el imperialismo británico. En estos tres países el imperialismo británico está ligado a la clase de los grandes terratenientes. El imperialismo yanqui ha favorecido el desenvolvimiento de ciertas ramas industriales y se ha ligado política y económicamente a la burguesía nacional naciente. La dictadura de Ibáñez en Chile, la reciente victoria del partido irigoyenista la Argentina, marran en estos dos países la llegada al poder de la burguesía industrial nacional y de una parte de la pequeña burguesía, agentes del imperialismo yanque contra el imperialismo británico. En los demás países de América latina, el imperialismo yanque ejerce su tutela política por medio de los grandes terratenientes, o incluso en Méjico y en el Ecuador, con más dificultades, por medio de la pequeña burguesía “revolucionaria” que cede a su creciente presión. La explotación de las riquezas naturales de América latina por los Estados Unidos ACELERA SU DESENVOLVIMIENTO INDUSTRIAL Y AUMENTA POR CONSECUENCIA EL NUMERO, LA CONCENTRACION, LA CONSCIENCIA DE CLASE Y EL PAPEL DEL PROLETARIADO INDUSTRIAL. El desenvolvimiento industrial de los países de América latina, al modificar su estructura económica y social, desenvolviendo nuevas profundas contradicciones, creando la más grande inestabilidad de las relaciones políticas y sociales, no modifica su carácter semi-colonial. Al contrario, el desenvolvimiento industrial está íntimamente ligado a la colonización cada vez más grande de América latina por el imperialismo yanqui. Incluso allí donde las empresas industriales no son empresas extranjeras, la burguesía nacional no se desenvuelve más que gracias al apoyo del capital extranjero. El desenvolvimiento industrial está, por otra parte, limitado a ciertas ramas ligadas con la extracción o la preparación de materias primas para la exportación. El imperialismo yanque reserva el mercado latino americano para la colocación de los productos de su industria. ASI TODO EL DESENVOLVIMIENTO INDUSTRIAL DE AMERICA LATINA ES UNILATERAL, ES LA EXPRESION DE SU COLONIZACION, DE SU TRANSFORMACION CADA VEZ MAS RAPIDA EN UN VASTO DOMINIO COLONIAL, Y NO DE SU DESENVOLVIMIENTO CAPITALISTA INDEPENDIENTE O DE SU DESCOLONIZACION. Este hecho esencial demuestra que la naciente burguesía nacional en algunos países no se desarrolla sino en estrecha dependencia con el capital extranjero y que cómo la clase de los terratenientes, no puede ser un factor revolucionario en la lucha contra el imperialismo. El rápido desenvolvimiento industrial de América latina refuerza, al mismo tiempo que su dependencia hacia el imperialismo, la clase obrera industrial que se transforma en el factor revolucionario esencial en la lucha contra el imperialismo y que arrastrará y guiará a la masa de obreros agrícolas y de campesinos explotados en esta lucha. La clase obrera, a causa del reciente desenvolvimiento industrial de América latina, no tiene todavía una fuerte tradición de organización proletaria, ni una conciencia de clase forjada en el curso de grandes luchas de clases. La gran masa del proletariado está todavía formada de obreros agrícolas, que viven en condiciones de semi-esclavitud. El proletariado industrial no ha alcanzado todavía un grado de diferenciación social semejante al del proletariado europeo. Llega del campo y conserva generalmente fuertes lazos con él. Este origen campesino de la gran masa de obreros industriales hace en parte su fuerza, facilitando y fortificando la estrecha alianza y la necesaria ligazón del proletariado industrial con la masa campesina. Pero es también una causa de su debilidad ideológica, de su falta de organización y de consciencia de clase. Esta masa de proletarios que fluye del campo hacia las empresas industriales no tiene todavía más que muy confusamente la idea de ser una clase distinta. He aquí por qué el movimiento obrero de América latina está todavía poco diferenciado. Pequeños artesanos, pequeños patronos, pequeños comerciantes, intelectuales, dirigen frecuentemente las organizaciones obreras. En los sindicatos están organizados indiferentemente obreros y campesinos. El movimiento obrero ha sufrido pues, fuertemente la influencia de los medios pequeño-burgueses bien vegetando en un corporativismo y en un mutualismo limitado, o bien marchitándose en el sectarismo anarco-sindicalista y anarquista. La disgregación y las divisiones del movimiento sindical, la gran confusión ideológica del movimiento obrero, son la expresión de esta fase de formación del proletariado en una clase distinta y de las influencias extrañas que ha sufrirlo. Chile, que ha precedido a los demás países en el desenvolvimiento industrial, tiene también una clase obrera más consciente y organizaciones de clase más desarrolladas, correspondientes al desenvolvimiento de la estructura económica. El desenvolvimiento industrial, aumentando el proletariado y concentrándole en grandes empresas, crea pues, las bases para la transformación del movimiento obrero y de las organizaciones obreras, para su unificación sobre la base de la lucha de clases y para su depuración de los vestigios del corporativismo y del anarco-sindicalismo. La crisis y la decadencia del anarco-sindicalismo son, pues el resultado de la transformación de la estructura económica y social de América latina, que favorece y acelera la transformación del movimiento obrero en un movimiento proletario de masas unificado sobre la base de la lucha de clases. La pequeña y media burguesía-intelectuales, artesanos, pequeños comerciantes, funcionarios, etc.—a causa de la inexistencia o de la gran debilidad de una burguesía nacional, desempeñan un rol social y político importante. Los artesanos, pequeños comerciantes y pequeños productores amenazados y afectados por la creciente explotación de América latina por el imperialismo, explotados y aplastados por los terratenientes, tienen sus intereses económicos estrechamente ligados a los de las masas obreras y campesinas; capas importantes de la pequeña burguesía rural y urbana son, por consecuencia arrastradas al movimiento revolucionario de masas contra d imperialismo y los grandes terratenientes. Los intelectuales, estudiantes, funcionarios, forman una capa muy flotante de la pequeña burguesía que, o fundamentalmente corrompida y comprada se pone al servicio del imperialismo y de los terratenientes y se esfuerza por dominar a las masas para sus amos beneficiándose con esta explotación, o bien, arrastrada por el movimiento revolucionario de masas, participa activamente en la lucha anti-imperialista y en el movimiento revolucionario (estudiantes). Estos elementos flotantes de la pequeña burguesía se encuentran en los campos más opuestos, pasando fácilmente de un extremo a otro. II. CARACTERES GENERALES Y PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE AMERICA LATINA 4o. La rápida penetración del imperialismo, las luchas por la hegemonía entre los imperialismos inglés y yanque, las condiciones esclavistas que subsisten en la producción agrícola, la terrible explotación de la gran masa de obreros y campesinos por los terratenientes y por las empresas extranjeras, la falta de una burguesía nacional fuerte y organizada, las continuas crisis en la producción y en la cosecha de los productos del suelo, provocan una gran inestabilidad en las relaciones sociales y en la vida política de las repúblicas de América latina. El golpe de estado militar, las guerras civiles, los movimientos revolucionarios de los indígenas, las sublevaciones de los campesinos y los obreros agrícolas por la tierra, las demostraciones de masas de obreros, se multiplican en todos los países de América Latina. La revolución mejicana, que se inició con la lucha revolucionaria de los campesinos por la posesión de la tierra, contra los grandes terratenientes, que ha tomado el carácter de una lucha de masas contra el imperialismo, contra los terratenientes y contra la iglesia y que ha conducido a un gobierno de la pequeña burguesía en lucha contra las insurrecciones contrarrevolucionarias fomentadas por los Estados Unidos, los terratenientes y la Iglesia; las insurrecciones de campesinos por la posesión de la tierra en Ecuador contra el gobierno de los terratenientes del litoral, de los banqueros y de la burguesía comercial de Guayaquil que condujeron al golpe de Estado militar y al gobierno militar directorial de 1925, contra el que las masas campesinas han continuado sublevándose; los sucesivos golpes de Estado militares en Chile que han hecho pasar el poder por turno a la pequeña burguesía revolucionaria apoyada por la clase obrera, a los grandes terratenientes y a burguesía industrial nacional. Sublevación armada de Nicaragua contra el imperialismo yanque, insurrecciones sucesivas en el Sur del Brasil, sublevación de los obreros agrícolas de Patagonia en Argentina, de los indios en Bolivia, en el Perú, en el Ecuador y en Colombia motines y huelgas generales espontáneas, manifestaciones en masa en Venezuela y en Colombia. Movimiento antiimperialista de masa en Cuba, en toda la América Central, en Colombia, tentativas de golpes de Estado en Guatemala etc. Esta inestabilidad se expresa en las formas del poder político. En la mayor parte de los países de América latina, con excepción de Argentina y de Uruguay que poseen un régimen parlamentario mas o menos estable, reina la dictadura del poder ejecutivo, frecuentemente del ejército, leyes de excepción, persecuciones violentas y la brutal represión de los movimientos obreros, campesinos y pequeños burgueses. Los caracteres generales comunes de estos movimientos revolucionarios de masas son: a) lucha revolucionaria de la masa de obreros agrícolas y de los campesinos contra los grandes terratenientes, por la tierra y para la supresión de las condiciones esclavistas de trabajo en la agricultura; b) lucha revolucionaria de las masas trabajadoras rurales y urbanas y de la pequeña burguesía contra el imperialismo; c) lucha de las masas trabajadoras y de la pequeña burguesía contra las formas dictatoriales del poder político, por las libertades y los derechos democráticos, contra el poder de la Iglesia; d) luchas de la clase obrera por mejores condiciones de vida y de trabajo. Tanto por las condiciones históricas en las cuales se desenvuelve, como por su contenido de clase y sus fines, el movimiento revolucionario de América latina puede ser, pues, caracterizado en general, como del tipo democrático burgués en países semi-coloniales donde dominan el problema agrario y el problema antiimperialista. 5. De las tres clases que toman una parte activa en el movimiento revolucionario— pequeña burguesía, campesinos y proletariado— los campesinos pobres y el proletariado agrícola han sido en casi todas partes el motor más activo del movimiento revolucionario. Pero la hegemonía en el movimiento revolucionario, su dirección, fué en todas partes de la pequeña burguesía. El papel dirigente de la pequeña burguesía se explica por la falta de organización, de consciencia de clase y de educación revolucionaria del proletariado, por su debilidad numérica, por la falta hasta estos últimos años de partidos comunistas de masas en América latina, por el alejamiento de la clase obrera agrícola e industrial de las ciudades y, por consecuencia, del mayor papel de los intelectuales y de los funcionarios en el movimiento revolucionario que tiende a la conquista del aparato gubernamental. Pero la pequeña burguesía llevada al poder por el movimiento revolucionario de las masas obreros y campesinas (Méjico 1920, Ecuador 1925, Chile 1923), después de algunos gestos revolucionarios (voto de las leyes de reforma agraria de nacionalización del subsuelo, de protección del trabajo) se muestra incapaz de solucionar los problemas que son la base del movimiento revolucionario. Lucha a veces, como en Méjico, contra los grandes terratenientes, la Iglesia y el imperialismo extranjero para conservar la confianza de las masas, condición necesaria para mantenerse en el poder político. Pero no tiene la fuerza necesaria para emplear ese poder en expropiar los grandes terratenientes y a las compañías extranjeras, para repartir la tierra a los campesinos nacionalizar las riquezas del subsuelo y aplicar las leyes de protección al trabajo. Sufre la formidable presión del imperialismo y de los terratenientes y abandona más o menos rápidamente su programa revolucionario, traiciona los intereses de las masas, establece compromisos con las fuerzas que debía combatir y capitula ante ellas, desviando el aparato gubernamental contra los campesinos a quienes intenta desarmar, contra la clase obrera cuyas huelgas reprime particularmente cuando se desencadenan contra compañías extranjeras, devuelve las tierras a los terratenientes, etc. La evolución del gobierno mejicano en estos últimos años, la derrota del gobierno ecuatoriano de 1925, son la demostración de la incapacidad de la pequeña burguesía para solucionar los problemas fundamentales de la revolución democrática burguesa. Marca la evolución de una parte de la pequeña burguesía revolucionaria del campo de la revolución al campo de la contrarrevolución y prueba que solamente la hegemonía de la clase obrera puede asegurar la solución de los problemas fundamentales de la revolución democrático-burguesa y transformarla en una revolución de tipo proletario. En la fase democrático-burguesa del movimiento revolucionario de América latina, el momento más importante, el momento decisivo para la realización de las tareas de la propia revolución democrática burguesa y para su transformación ulterior en una revolución proletaria es, pues, el momento en que en el movimiento de las masas, la hegemonía pasa de manos de la pequeña burguesía a manos del proletariado y de su partido comunista. El movimiento revolucionario de América latina en su fase democrático-burguesa, la revolución mejicana en particular, en la época histórica actual de desenvolvimiento de la revolución proletaria mundial es como todos los movimientos revolucionarios de las colonias y semi-colonias, un apoyo, una importante ayuda a la revolución proletaria mundial. No se transformará en una parte integrante de ella, si no cuando, bajo la hegemonía del proletariado, la revolución democrática burguesa se transforme en una revolución socialista. Sería pues, falso considerar que el carácter de la revolución mejicana y el movimiento latino americano en general, es de tipo proletario o socialista a causa de su importancia histórica internacional. Puesto que la revolución democrático- burguesa de Méjico no ha alcanzado sus objetivos principales: reparto de tierras a los camsinos [sic], liberación del imperialismo extranjero, sufre un retroceso que se traduce por las capitulaciones ante el imperialismo yanque, por el desarme de los campesinos, etc. Este retroceso, esta incapacidad de ir más lejos bajo la dirección de la pequeña burguesía, provoca tentativas siempre nuevas de contrarrevolución, una nueva fermentación revolucionaria de las masas, su radicalización, su orientación hacia el comunismo; es en el curso de una crisis de la revolución democrática burguesa, producida por las contradicciones en que ha entrado el movimiento revolucionario, en el curso de un nuevo impulso de las masas y de una nueva crisis revolucionaria aguda, que se realizará la hegemonía del proletariado y las condiciones favorables para el desenvolvimiento de la revolución democrática burguesa en revolución socialista 6. Las perspectivas del desarrollo del movimiento revolucionario están ligadas al proceso de colonización de todo el continente americano por el imperialismo yanque. Este proceso, extremadamente rápido en los últimos años se acentuará y los países de América Latina tomarán cada vez más el carácter semi-colonial: los países que parecen escapar en parle a este proceso, como la Argentina, no se desenvolverán en el sentido de la independecia política y económica, sino al contrario, en el sentido de una dependencia cada vez mayor, respecto al imperialismo yanque, tanto desde el punto de vista político, como económico. En América Central, primero, en América del Sur después, el imperialismo yanque ocultará cada vez menos su control político y su intervención en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Este proceso de colonización de toda la América latina, desarrollará el movimiento y la lucha de las masas contra el imperialismo. Con la penetración del imperialismo yanque se desenvolverán rápidamente ciertas ramas de la producción (petróleo, extracción de metales, caucho, etc.). Consecuencia de esto será el aumento del número y de la importancia política y social del proletariado industrial, el refuerzo de sus organizaciones y de su lucha de clases, la eliminación del anarco-sindicalismo y del corporativismo limitado y la evolución del movimiento sindical hacia un movimiento de masas revolucionario, el refuerzo de la consciencia de clase del proletariado y de su partido comunista. En la medida en que crezca el proletariado numérica e ideológicamente, disminuirá el papel y la influencia ideológica y política de la pequeña burguesía en el movimiento revolucionario y en el movimiento obrero. La gran colonización, el desenvolvimiento industrial que la acompaña, agrandando la explotación capitalista, prepara las condiciones que permitirán al proletariado llegar a ser el guía revolucionario de las grandes masas explotadas. La producción agrícola, gracias a la creciente competencia de la producción de Africa, de Indonesia, de Australia, etc., sufrirá nuevas crisis profundas que los grandes terratenientes no podrán resolver más que por una explotación acrecentada de las masas campesinas y de los obreros agrícolas. Las condiciones esclavistas y los métodos más caducos de trabajo agrícolas, aparecerán cada vez más en contradicción con el interés de las grandes masas rurales y la lucha de los campesinos, de los obreros agrícolas, de los colonos contra los grandes terratenientes, se acentuará y tomará formas cada vez más violentas. Las masas de indígenas despojados que luchan por la tierra, las tribus de indios en continua rebelión contra los gobiernos expoliadores, aportarán fuerzas importantes al movimiento revolucionario de los campesinos y obreros. El aparato gubernamental todavía débilmente desarrollado, el ejército formado en gran parte por campesinos, será disgregados cada vez más por la acción revolucionaria de las masas. Los gobiernos se verán obligados a reforzar su dictadura y su represión exacerbará la lucha de clases, dándole un carácter revolucionario más neto. El imperialismo yanque, para defender a sus lacayos en el poder, intervendrá de una manera cada vez más abierta y brutal para garantizar el "orden" y provocará así el desenvolvimiento de la lucha antiimperialista. La lucha contra los grandes propietarios terratenientes y la lucha contra el imperialismo se identificarán, pues, cada vez más. La experiencia del gobierno revolucionario pequeño burgués de Méjico, su derrota, su capitulación ante el imperialismo yanque, la capitulación más rápida y más completa del gobierno militar pequeño burgués ecuatoriano, la experiencia de todo el movimiento revolucionario de la América Latina bajo la dirección política de la pequeña burguesía contribuirá también a orientar a las masas revolucionarias hacia el proletariado y sus organizaciones de clase. Gracias al proceso de colonización y al desenvolvimiento industrial de los países latino- americanos se desarrollarán, pues, y se agudizarán en un porvenir inmediato las contradicciones internas y los conflictos sociales que se derivan de é. La lucha revolucionaria de las masas trabajadoras contra el régimen de los grandes terratenientes, contra su gobierno y contra el imperialismo extranjero, aumentará paralelamente al papel y a la acción del proletariado. Así se crea la base para la conquista de la hegemonía del proletariado en las luchas revolucionarias de América latina. 7. Las condiciones económicas y sociales de América latina permitirán la transformación rápida de la revolución democrático-burguesa en revolución proletaria. En efecto, no existe clase burguesa nacional luchando contra el imperialismo y los restos del feudalismo, por el desenvolvimiento autónomo del régimen capitalista en América latina. Las tentativas hechas por el gobierno revolucionario de Méjico, de favorecer el desenvolvimiento de una burguesía agraria nacional para orientar a Méjico en la vía del capitalismo independiente, han dado muy escasos resultados en lo que concierne a la creación de una burguesía agraria nacional y nulos en lo que concierne al desenvolvimiento de una burguesía industrial. La lucha revolucionaria de las masas contra el imperialismo y los terratenientes está dirigida también contra esta débil capa de la burguesía nacional, aliada del imperialismo y de los grandes terratenientes. Los numerosos restos del régimen comunista primitivo en el campo (tribus indias, comunidades agrícolas), el trabajo colectivo del suelo en los grandes latifundios y en las grandes plantaciones, la concentración de las grandes empresas industriales extranjeras, etc., facilitarán el paso al régimen socialista y gracias sobre todo a la existencia de la primera república socialista permitirán saltar el estado de desenvolvimiento capitalista independiente. Si el proletariado conquista la hegemonía del movimiento revolucionario latino americano, el desenvolvimiento de su fase democrática burguesa en fase socialista podrá ser no solamente posible, sino rápido. III. TAREAS GENERALES Y TACTICA DE LOS COMUNISTAS EN AMERICA LATINA 8. Del análisis de la situación y de sus perspectivas se derivan las líneas generales de la táctica de los comunistas latino americanos: 1) La tarea primordial sin la cual ninguna táctica puede ser aplicada con fruto es la formación, la consolidación y el desenvolvimiento del partido comunista, el reclutamiento de los mejores militantes obreros en sus filas, su fuerte organización en todas las empresas, en las minas, las fábricas, los transportes, las plantaciones, etc. Es necesario también elevar el nivel ideológico del Partido, educar cuadros de militantes poseedores de una sólida base marxista-leninista. Este trabajo de organización y de educación del partido comunista debe hacerse en estrecha ligazón con el desenvolvimiento del movimiento obrero y campesino y de la lucha revolucionaria y no como un proceso independiente de la actividad y de las luchas de las masas. 2) Tomar una parte activa en todo movimiento revolucionario de las masas contra el imperialismo y los grandes terratenientes aun cuando este movimiento se encuentre momentáneamente bajo la dirección de la pequeña burguesía. 3) Conquistar, por su actividad, su propaganda, su trabajo de organización en las masas, la confianza de las masas obreros y campesinas, la dirección de sus organizaciones y de este modo la hegemonía en la lucha revolucionaria. 4) Fortificar y desenvolver las organizaciones de clase del proletariado y de los campesinos, las ligas campesinas, los sindicatos obreros. Crear y desenvolver las organizaciones de masa antiimperialistas, que agrupan también masas pequeño burguesas y esforzarse por conquistar la dirección de estas organizaciones bajo la influencia del Partido Comunista. La primera cuestión táctica esencial es la participación activa de los partidos comunistas y de cada uno de sus miembros en el movimiento y la lucha revolucionaria de las masas. Esto plantea la cuestión del frente único revolucionario nacional de las organizaciones proletarias, de los partidos comunistas con las otras clases o capas sociales revolucionarias, la masa campesina y la pequeña burguesía. La más estrecha alianza con los campesinos y sus organizaciones (Ligas campesinos) es una absoluta necesidad para el desarrollo del movimiento revolucionario, en el cual la cuestión agraria y por consecuencia la revolución campesina, juega un papel fundamental. Una colaboración momentánea entre el Partido Comunista y el movimiento nacional revolucionario es admisible, si esta colaboración la exige el interés de la lucha revolucionaria: aún en ciertas circunstancias puede llegarse a una alianza temporal, si el movimiento nacional - revolucionario lucha efectivamente contra el poder establecido, si es realmente revolucionario y si sus representantes no impiden a los comunistas educar a los campesinos y a los trabajadores en el espíritu revolucionario. Pero en el curso de toda colaboración, es preciso comprender muy claramente que ninguna debe degenerar en una fusión del movimiento comunista con el movimiento pequeño burgués revolucionario. El movimiento comunista debe mantener absolutamente en todas las circunstancias la independencia del movimiento proletario, su autonomía en la agitación, la organización y la acción. 9. Nuestro Partido debe plantear, por toda su actividad, por toda su actitud, la cuestión de la hegemonía del proletariado en el frente de único de las fuerzas revolucionarias. Naturalmente, el no puede plantear la cuestión de la hegemonía como una condición de su participación en el movimiento, pero esta cuestión debe ser para él la cuestión esencial, incluso y sobre todo, cuando participa en una acción común dirigida momentáneamente por la pequeña burguesía. El Partido comunista debe utilizar siempre su derecho de crítica, desenvolver su propia acción política, propagar sus consignas, su programa, criticar implacablemente las debilidades, las retiradas, las capitulaciones de sus aliados, con el objeto preciso de arrancarle la hegemonía y la dirección de las masas. En la acción pasada de los partidos sudamericanos no ha sido claramente planteado este problema y se han cometido grandes faltas oportunistas por las cuales los partidos comunistas se han colocado a remolque de los jefes de la pequeña burguesía. Nuestro partido no debe, pues, plantear la cuestión del frente único revolucionario en la forma de su adhesión a un partido nacional- revolucionario de la pequeña burguesía, como ocurre en Cuba, en Venezuela, etc. Debe esforzarse por constituir un frente único con tales partidos cuando tengan una influencia de masas y sostengan una acción realmente revolucionaria. En la fase democrático - burguesa del movimiento revolucionario, el momento más importante, el momento decisivo, es aquél en que la hegemonía pasa de manos de la pequeña burguesía a manos del proletariado. Este hecho se produce en el curso de la lucha revolucionaria cuando el partido del proletariado adquiere la influencia decisiva sobre las masas, gracias a su trabajo de propaganda y de organización entre los obreros, los campesinos y ciertas capas de la pequeña burguesía, y gracias a su acción política. La orientación ulterior del movimiento revolucionario, su capacidad de solucionar las cuestiones fundamentales de la revolución democrático-burguesa, su desenvolvimiento en una revolución proletaria independiente, dependen en gran parte de ese momento. Por eso no se insistirá nunca bastante sobre esta cuestión de la lucha por la hegemonía. 10. La hegemonía pequeño-burguesa imprime a la lucha revolucionaria una forma típica en América latina, el golpe de Estado militar, la acción de una parte del ejército y de destacamentos de campesinos y de obreros armados, bajo la dirección de oficiales pequeño-burgueses por la toma del poder. Las huelgas e insurrecciones de los obreros en las ciudades y de los campesinos en los campos, la acción de masas en general es solamente un auxiliar de la acción propiamente militar. La lucha por el poder político está en el primer plano y las reivindicaciones fundamentales de los campesinos y de los obreros son utilizadas como palanca revolucionaria accesoria, sin que la pequeña burguesa organice las masas y las mueva a crear los órganos capaces de asegurar la realización de sus reivindicaciones. En caso de triunfo del movimiento, el gobierno de la pequeña burguesa toma frecuentemente la forma de un gobierno de dictadura militar. Un general o un grupo de generales ejerce el poder apoyándose en el ejército, pero no en las masas. El gobierno sostiene su política sin control ni participación directa de los obreros y de los campesinos, de los que desconfía generalmente y se esfuerza por desarmar, por neutralizar demagógicamente, sin realizar sus reivindicaciones fundamentales a causa de la presión del imperialismo. Más tarde o más temprano llega a un compromiso con el imperialismo y los terratenientes traiciona los intereses de las masas revolucionarias y deja sin solución los problemas que eran la base del movimiento revolucionario. La lucha revolucionaria bajo la hegemonía de la pequeña burguesía puede conducir a la toma del poder y al cambio del personal gubernamental, puede hacer algunos gestos demagógicos contra los grandes terratenientes y ampliar las libertades democráticas. Pero no puede solucionar de una manera consecuente y firme los problemas fundamentales de la revolución democrático-burguesa, el problema agrario y el problema antiimperialista y como las masas desilusionadas, descontentas, continúan su agitación por la solución de estas cuestiones fundamentales, los gobiernos pequeño -burguesas vuelven su represión cada vez más contra el movimiento obrero y campesino, reprimiendo las huelgas y desarmando a los campesinos (Méjico). 11. Por el contrario, la hegemonía del proletariado determina métodos de lucha y órganos del poder revolucionario totalmente diferentes. Es esta una cosa que nunca se subrayará bastante, porque muchos camaradas de América latina tienen todavía la idea de que la lucha revolucionaria bajo la dirección del proletariado quedará en los viejos moldes de la acción puramente militar y en los mismos cuadros que la lucha revolucionaria de la pequeña burguesía liberal. Sin duda la acción armada de las masas por el poder supone la necesidad de una organización militar, de la que no debe subestimarse la importancia decisiva. Asimismo, es extraordinariamente importante que el trabajo de disgregación del ejército gubernamental sea llevado bastante lejos para que una parte de las fuerzas armadas del Estado pasen del lado de la insurrección y sostengan activamente el movimiento de las masas. Estas son verdades elementales. Pero mientras que bajo la hegemonía pequeño-burguesa la acción del ejército es el factor esencial, bajo la hegemonía del proletariado la acción de las masas obreras y campesinas, su armamento, su organización es el factor revolucionario esencial; el apoyo de una parte del ejército es el auxiliar importante que puede ser decisivo para la victoria militar, pero que está subordinado al movimiento de masa de los obreros y de los campesinos. En el curso de las insurrecciones campesinas y de los movimientos revolucionarios, los comunistas deben no solamente plantear, con fuerza, la CUESTION DEL ARMAMENTO DE LOS OBREROS Y DE LOS CAMPESINOS, SINO TAMBIEN DE LA CREACION DE ORGANOS ELEGIDOS POR LOS OBREROS Y LOS CAMPESINOS, CAPACES DE DIRIGIR LA LUCHA Y QUE, DE ORGANOS DIRIGENTES DE LA INSURRECCION, SE TRANSFORMARAN EN LOS ORGANOS DEL PODER OBRERO Y CAMPESINO DESPUES DE LA VICTORIA. LA CONSIGNA DE LA CREACION DE LOS "SOVIET" (CONSEJOS) CAMPESINOS EN LOS CAMPOS, DE SOVIETS DE OBREROS Y SOLDADOS EN LAS CIUDADES, DEBE SER LANZADA EN EL CURSO DE TODO EL MOVIMIENTO INSURRECCIONAL DE LOS CAMPESINOS Y DE LAS MASAS OBRERAS. 12. Esta consigna plantea la cuestión de la creación de la dualidad del poder. Al lado del poder gubernamental central, debemos tender a hacer surgir de la masa campesina y obrera en movimiento, los elementos de un nuevo poder, del poder de los obreros y de los campesinos. En el Ecuador, por ejemplo, donde se plantea la cuestión del nombramiento de una Constituyente por el gobierno militar central, nuestro partido debe esforzarse por desenvolver los movimientos insurreccionales de los campesinos, hacer elegir en el curso de estos movimientos Soviets campesinos y levantar frente a una Constituyente nombrada por el gobierno, un Congreso de Soviets campesinos y de organizaciones obreras que plantee con fuerza la cuestión de la revolución agraria de la lucha antiimperialista, del mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera, etc. En Méjico, nuestro Partido debe esforzarse por crear en todas partes en el campo y en las ciudades, comités del Bloque Obrero y Campesino, elegidos por la masa de los campesinos y de los obreros que resistan al desarme de los campesinos, ocupen las tierras, desarrollen el movimiento de resistencia contra las tentativas contrarrevolucionarias de los reaccionarios y contra los compromisos del gobierno pequeño-burgués con el imperialismo yanque, etc. Debe esforzarse por convocar un congreso obrero y campesino que centralice y coordine esta acción de masas y órganos capaces de transformarse en órganos en el poder, creando de hecho una dualidad del poder. En Colombia se plantea el mismo problema bajo una forma diferente. La vasta agitación revolucionaria del partido socialista- revolucionario, que h a conquistado a las masas obreras y campesinas, no debe orientarse hacia la guerra civil tradicional bajo la dirección de los generales de la pequeña burguesía liberal, sino hacia la organización de consejos obreros y campesinos hacia un congreso obrero y campesino nacional, órgano de dirección del movimiento revolucionario de las masas y embrión del nuevo poder. Esto no significa que rechacemos la alianza con la pequeña burguesía liberal y sus fuerzas militares; al contrario, pero esto significa que ponemos en el primer plano la acción revolucionaria de los obreros y campesinos y que nos esforzamos por dar al proletariado la hegemonía de la lucha. 13. En estas condiciones el poder revolucionario tendrá absolutamente otro carácter. En lugar de la “tradicional” dictadura militar, reposando ante todo en el ejército y “gobernando” a las masas por intermedio de los gobernadores provinciales, el movimiento revolucionario bajo la hegemonía del proletariado creará LA DICTADURA DEMOCRATICA DE LOS OBREROS Y DE LOS CAMPESINOS, poder surgido del propio seno de las masas en el curso de la lucha, apoyándose en los consejos de obreros, campesinos y soldados. La consigna política central debe, pues, ser la del GOBIERNO OBRERO Y CAMPESINO. Es claro que la revolución democrática burguesa tiene un carácter muy diferente, según que la pequeña burguesía liberal o el proletariado tengan la dirección. Bajo la hegemonía pequeño burguesa no puede solucionar sus problemas fundamentales degenera se esfuerza por buscar un compromiso con el imperialismo y la antigua clase dirigente de terratenientes y acaba por reprimir el movimiento obrero y campesino. Sólo un gobierno obrero y campesino puede realizar las tareas históricas de la revolución democrático-burguesa. 14. El programa general de tal gobierno es el siguiente: 1. Expropiación sin indemnización y nacionalización del suelo y del subsuelo. Entrega de la tierra a los que la trabajan para su explotación colectiva por comunas agrícolas, en las grandes plantaciones, los latifundios, las comunidades agrarias donde existe ya el trabajo colectivo del suelo. Entrega de la tierra en usufructo a los campesinos, a los colonos, allá donde el trabajo de la tierra se hace bajo el régimen del trabajo individual o familiar. 2. Confiscación y nacionalización de las empresas extranjeras (minas, transportes, empresas industriales, bancos, etc.). 3. Anulación de las deudas de Estado y de toda forma de control del país por el imperialismo. 4. Jornada de 8 horas y supresión de las condiciones semiesclavistas del trabajo, seguros sociales. 5. Armamento de los obreros y de los campesinos y transformación del ejército en una milicia obrera y campesina. 6. Abolición del poder de los grandes terratenientes y de la Iglesia y organización del poder de los consejos de obreros, campesinos y soldados. 15. La cuestión de la unificación nacional no se plantea en los países de América latina tomada separadamente, sino que es necesario lanzar una consigna que, por una parte, subraye la voluntad de poner fin a las divisiones y a las luchas nacionales entre los Estados de América latina, cuidadosamente mantenidos y avivados por el imperialismo yanque. Los conflictos de fronteras son numerosos entre los países latino-americanos y contribuyen a mantener la división en provecho de los imperialistas, a alimentar el chauvinismo de los pueblos y a desviarlos de la lucha contra el imperialismo y contra los grandes propietarios agrarios levantando a les unos contra los otros. Por sus orígenes históricos, su idioma, sus costumbres, su estructura económica y social, su dependencia respecto del imperialismo, los países de América latina forman una unidad que debe encontrar su expresión en una consigna que sea para América latina el equivalente de la unidad nacional en otras colonias. La consigna de orden general para la América latina debe ser: UNION FEDERATIVA DE LAS REPUBLICAS OBRERAS Y CAMPESINAS DE AMERICA LATINA. 16. Debe ser aclarada también, en relación con este problema, LA CUESTION DEL PANAMERICANISMO. El panamericanismo es el medio mediante el cual el imperialismo yanque se esfuerza por esclavizar a los países de América latina. Es el vehículo de la colonización de América latina por los Estados Unidos. A este panamericanismo debemos oponer la Unión de América latina contra el imperialismo, que debe encontrar también su expresión en el terreno de la organización obrera, en la formación de una Federación sindical latino americana, cuyo embrión es el secretariado de Montevideo, creado en la conferencia latino-americana del IV Congreso de la I. S. R. Debemos tender a crear igualmente una federación latino-americana, Ligas campesinas, partidos comunistas, secciones de la Liga antiimperialista, para subrayar siempre la solidaridad de intereses de América latina contra el imperialismo. Frente a los esfuerzos del imperialismo, los partidos comunistas deben despertar y agrupar las energías políticas, sociales y nacionales revolucionarias en cada país y propagar la dictadura revolucionaria democrática de obreros y campesinos. Los pueblos oprimidos de América latina deben encontrar un aliado en el proletariado revolucionario de los Estados Unidos, que debe sostener la lucha antiimperialista de los pueblos de América latina. Esta solidaridad no se ha manifestado todavía con bastante fuerza ni hacia el proletariado oprimido de las colonias del imperialismo yanque, como Cuba, ni hacia los valientes defensores de la independencia de Nicaragua, ni con respecto a Méjico. 17. El problema de las razas debe ser planteado por nuestros partidos esencialmente desde el punto de vista de clase. El odio y los prejuicios de raza son generalmente menores en los países de América latina que en los Estados Unidos o en otras metrópolis. Sin embargo, la mano de obra de los negros y de los indios es la más explotada en las minas y en las grandes plantaciones. Los comunistas deben luchar con energía contra todo prejuicio de raza y esforzarse por agrupar en las mismas organizaciones de clase a los explotados de todas las razas. La consigna propagada por la organización nacionalista pequeño burguesa A. P. R. A.: "América latina para los indios", es una utopía irrealizable. El desenvolvimiento histórico, económico y social de América latina ha creado una situación de hecho: millones de negros, de blancos, de emigrados, de mestizos y de mulatos viven y trabajan en América latina. Pensar en expulsarlos para reservar América latina únicamente para los indios, guardando la pureza de su raza y restableciendo sus costumbres, su lenguaje y sus organizaciones sociales en tribus, etc., es querer remontar el curso de la historia y puramente utópico. Los comunistas deben defender, propagar y, llegado el momento, realizar para los indios que viven todavía en tribus, con su idioma y sus costumbres; para los negros y los indios que son la gran mayoría de la población en algunas regiones, el derecho absoluto de disponer de sí mismos y de formar Estados independientes que desenvuelvan su propia cultura. Deberán devolver a tales Estados indígenas las tierras necesarias para su trabajo. 18. Nuestros partidos comunistas son todavía débiles ideológica y orgánicamente. Nacen del impulso revolucionario de las masas y de su orientación cada vez más decisiva hacia la revolución rusa y la Unión Soviética; su adhesión a la Internacional Comunista es en parte sentimental. Ni su estructura de organización, ni su nivel ideológico son todavía comparables a los partidos comunistas de otros continentes. La tarea del C. E. de la I. C. será ayudarles, fortificarles; elevar su nivel ideológico, aconsejarles, reforzar su organización. La depuración de todos los elementos de confusión debe ser hecha con una paciente educación por parte del C. E. de la I. C., para conservar a estos partidos su carácter de movimiento de masa y para no proceder mecánicamente a exclusiones, a escisiones, a depuraciones, antes de que el trabajo de educación comunista del partido y de las masas que le sigan, haya sido seriamente conducido. 19. ¿Como estos partidos, todavía débiles, deben ligarse al movimiento revolucionario de las masas? La primera condición de esta ligazón es el trabajo de las fracciones comunistas en las organizaciones sindicales, las Ligas campesinas y las secciones de la Liga antiimperialista, que agrupan, sobre todo, a los intelectuales y a la pequeña burguesía urbana. Allí donde estas organizaciones no existían, deben tomar la iniciativa de crearlas dándoles el carácter de organizaciones revolucionarias de masa sin partido, defendiendo los intereses económicos de los obreros, de los campesinos pobres y luchando contra el imperialismo. Donde estas organizaciones sean débiles, el trabajo de los comunistas debe tender a reforzarlas por la organización de las masas. Al desenvolver el movimiento sindical los comunistas deben esforzarse por hacer del Consejo de fábrica o de empresa, la organización de base del movimiento sindical. 20. Un importante problema a resolver es el de la forma organica que tendrá que darse al frente único de las fuerzas y de las organizaciones revolucionarias. Es preciso prescindir primero de la idea de hacer del partido comunista, un partido obrero y campesino. El partido comunista debe ser el partido de una sola clase, el partido del proletariado. Esto no excluye que luche por las reivindicaciones de los campesinos pobres. Es esta, incluso, una de sus tareas esenciales en América latina: ser el animador de la revolución agraria y el guía de las masas campesinas. Puede y debe también esforzarse por organizar en el Partido a los obreros agrícolas y a los campesinos pobres más revolucionarios. En los países en que domina la producción agrícola, el porcentaje de campesinos y de obreros agrícolas en los partidos comunistas, será superior al de los partidos comunistas de los países capitalistas. Pero no es menos necesario que, por su ideología, su composición social, su programa de revolución proletaria, su carácter de clase, nuestros partidos comunistas sean y sigan siendo partidos proletarios. Es preciso también descartar la solución adoptada en Chile y en Colombia, donde las organizaciones sindicales obreras y campesinas obran y trabajan como partidos comunistas. La diferenciación entre el partido comunista y el movimiento sindical es una necesidad, tanto para el partido, para la claridad y la decisión de su línea política y para la flexibilidad de su organización, como para el movimiento sindical que debe agrupar a todos los obreros, cualesquiera que sean sus convicciones políticas. Con la prudencia necesaria para tales transformaciones, es necesario en estos países tender a la diferenciación del movimiento sindical y del partido comunista, organizando en el partido a los mejores militantes del movimiento obrero, a los obreros de consciencia de clase más desarrollada y conservando al partido su carácter de partido de masa y la dirección — por medio de sus fracciones — del movimiento sindical. Es preciso rechazar también la idea de la formación de un Kuomintang planteada por el partido comunista del Brasil en el momento del avance de las tropas del Kuomintang hacia el norte de China, no debemos nosotros mismos tomar la iniciativa de formar partidos políticos que engloben a los partidos de la pequeña burguesía y a las organizaciones obreras y campesinas. Nuestro frente único con la pequeña burguesía tebe tomar la forma de una alianza política temporal para alcanzar ciertos fines, pero no la forma de un partido común. Esto no excluye que comunistas aislados sometidos a la disciplina de su partido, que organizaciones sindicales y campesinas controladas por el partido, se adhieran a los partidos nacionalistas revolucionarios donde existan como organizaciones de masa, para combatir en ellos la influencia de los políticos pequeño burgueses y para orientarles hacia el frente único con el partido comunista y las organizaciones obreras. Es preciso rechazar también la idea de la creación de partidos obreros y campesinos, que entrañan tres peligros: 1. La disgregación y la lenta disolución del partido comunista en el seno del partido obrero y campesino, si no se mantiene firmemente organizado, si abandona su actividad propia en provecho del partido obrero y campesino y si no juega el papel de guía político activo animando al partido obrero y campesino y a las organizaciones de masas que se adhieran a él. 2. El peligro de que, el partido comunista se transforme en una especie de secta francmasónica cerrada, que no agrupe más que una selección de funcionarios de las organizaciones obreras que dirijan efectivamente todo el movimiento de masa obrero y campesino, pero sin esforzarse en transformarse él mismo en un partido de masas, mediante un reclutamiento continuo e intenso. 3. El desenvolvimiento del partido obrero y campesino en una organización dominada por los políticos pequeño burgueses, que se opone al partido comunista en el momento decisivo de la lucha revolucionaria. El bloque de combate de las masas obreras y campesinas puede encontrar su expresión en conferencias y congresos de representantes de las uniones (o comités) de campesinos revolucionarios y de los sindicatos, convocados periódicamente v minuciosamente preparadas, en ciertas circunstancias puede ser oportuno crear comites de acción revolucionarios para coordinar la actividad de las organizaciones obreras y campesinas y para dirigir diversas acciones de masas, etc. En fin, en el período de la insurrección una de las tareas fundamentales del partido comunista será la formación de Consejos de diputados obreros y campesinos (soviets). Cualesquiera que sean las circunstancias, el partido comunista debe esforzarse para conquistar una influencia decisiva sobre el movimiento campesino, buscar y aplicar las formas de organización de un bloque obrero y campesino que facilite lo más posible la dirección del movimiento campesino, creando las condiciones para una transformación futura de estas formas en soviets, como órganos de la insurrección y del poder. En el Ecuador, en Colombia, en Chile, es en este sentido del bloque en el que será necesario esforzarse por modificar la estructura del movimiento revolucionario. El bloque obrero y campesino, estrecha alianza del proletariado y de los campesinos, es la forma en la cual nuestro partido podrá ligarse orgánicamente a las organizaciones de masa y arrastrarlas, bajo la consigna del gobierno obrero y campesino, a la toma del poder y a la instauración de la dictadura democrática de los obreros y da los campesinos, preparando el tránsito a la revolución proletaria. Es este bloque de las dos clases, animado y guiado por el partido comunista, el que debe arrastrar a las organizaciones de la pequeña burguesía y formar con ellas un frente único revolucionario para alcanzar ciertos objetivos determinados. 21. — En el movimiento sindical, los comunistas deben continuar combatiendo la ideología anarco-sindicalista que reduce el movimiento obrero a una organización sectaria impotente, combatiendo también el mutualismo y el corporativismo estrecho y la influencia todavía grande en ciertos países, de los elementos no proletarios (artesanos, pequeños patronos, etc.) en el movimiento obrero. Deben luchar por la unificación del movimiento sindical en una organización nacional única, sobre el terreno de la lucha de clases y esforzarse por hacer adherir el movimiento sindical de su país al Secretariado latino-americano de Montevideo, primer paso hacia la Federación sindical latino-americana. Por esto mismo, combatirán las tentativas de la C.O.P.A. y de la Internacional de Amsterdam de orientar el movimiento sindical latino-americano por la vía, del reformismo y del imperialismo. 22. — A través de toda su acción, los comunistas deben sin cesar esforzarse por ensanchar las filas del partido, por hacer adherir a él los mejores militantes del movimiento obrero, elevar su nivel ideológico y su capacidad política, la existencia de un partido comunista íntimamente unido en la I.C. al proletariado internacional, fuerte orgánica e ideológicamente, transformándose en el motor de toda la acción de masas, es la primera e indispensable condición de éxito del movimiento revolucionario en América Latina. | El movimiento revolucionario latino americano | Marc Becker's Home Page | marc@yachana.org | |