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Informe de la Delegación Latinoamericana sobre el Programa de la Internacional Comunista Ricardo Paredes (Delegado de los partidos comunista y socialista del Ecuador): Camaradas, es la primera vez que los delegados de varios partidos proletarios de América Latina que se han constituido estos últimos años (Partido Socialista Revolucionario de Colombia, Partido Socialista y Comunista del Ecuador, Partido Comunista del Paraguay) intervienen en un congreso de la Internacional Comunista. La participación de los países de América Latina en una escala cada vez más grande en el movimiento comunista mundial indica que la Internacional Comunista tiene raíces profundas en el mundo entero. Ahora que el imperialismo de la América del Norte ocupa el primer lugar en la economía y la política mundial; y constituye la fortaleza de la burguesía, el movimiento obrero de América Latina, por su situación estrategica, adquiere un valor considerable. El proyecto de programa presentado por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista me parece bueno en el fondo. Su estructura es correcta, su estilo facilita la lectura. A pesar de esto, creo que ciertos puntos podrían ser ampliados, tratados de modo un poco menos esquemático. El proyecto constituye seguramente un progreso considerable respecto de los programas anteriores. Su forma es muy dinámica, y algunos problemas, solamente esquematizados en los programas anteriores, están aquí bien tratados. Más aún, hay cuestiona nuevas. La base internacionalista es mejor que la de los programas anteriores, en los cuales había una cierta manera europea de tratar todos los problemas mundiales. A pesar de esto, creo necesario dar más fuerza a los problemas de los países coloniales y semi-coloniales que constituyen la mayor parte de la Tierra. La introducción del programa me parece un poco brusca; se trata el problema del imperialismo antes de haber definido al captalismo de libre competencia, forma que convendría solamente se el programa no se dirigiese más que a elementos ya maduros ideológicamente. Parece necesario dedicar algunas líneas más el problema de la guerra mundial, con todas sus consecuencias para elmovimiento obrero, la economía y la política mundiales. Juzgo necesario ampliar un poco la referencia histórica a la I y a la II Internacional, así como presentar a la revolución rusa como una nueva etapa para el proletariado del mundo entero, ya que, en el proyecto, la revolución rusa está tratada demasiado ligeramente. En el primer capítulo, se debería hacer una exposición más completa de la doctrina marxista acerca del desarrollo capitalista. Me parece que el programa no da una fisonomía propia al desarrollo del capitalismo en los países coloniales y en aquellos llamados semicoloniales. Estos países abastecen a la economía mundial de la mayor parte de los productos alimentarios y de las materias primas para la industria. Bujarin ha dicho que ciertos países, como Inglaterra, no pueden vivir más que gracias a las materias primas y a los alimentos que vienen en gran parte de los países coloniales. Por otra parte, la industria en vías de desarrollo en dichos países coloniales y semicoloniales provee una parte bastante considerable de los productos necesarios para el consumo, no solamente de estos países, sino también para la exportación, aun cuando esta exportación sea todavía mínima. Al mismo tiempo campos se industrializan en estos países sobre todo en los llamados semicoloniales, como la Argentina. Una característica importante de estos países es la forma de distribución de la tierra. En los latifundios, que es la forma de explotación agrícola domite, trabajan a veces miles de proletarios agrícolas (Brasil, México, Argentina) . En el Brasil, hay latifundios tan grandes como Suiza. En estos latifundios, aun cuando lentamente, la industrialización se realiza, concentrando un proletariado numeroso. Esto constituye un hecho muy importante para la organización de los trabajadores y para la elaboración de un programa de lucha justo en nuestros países. Es preciso definir de manera clara la forma de dominación imperialista en los países coloniales y semicoloniales, el modo como se desenvuelve el capitalismo nacional, sus relaciones con el imperialismo. ¿En qué consiste esta política de los países imperialistas? Especialmente, los Estados Unidos de América e Inglaterra tienden a crear en las colonias una industria extractiva; como consecuencia, la industria minera se encuentra allí muy desarrollada. La industria de transformación es desarrollada, por parte de los imperialistas, en una escala muy mínima, solamente en la medida en que ella no pueda perjudicar a la industria de la metrópoli y que pueda aprovechar la mano de obra indígena barata. Los imperialistas desarrollan también la industria hidroeléctrica y la industria agrícola (refinerías de azúcar, destilerías, tabacales). Por otra parte, el capitalismo nacional trata de crear una industria de transformación, pero tiene en su contra toda la política económica del imperialismo. En el dominio de la agricultura, el imperialismo trata de aprovechar el clima para crear gigantescas explotaciones en las cuales se cultiva un número restringido de productos agrícolas, necesarios para la metrópoli pero sin atender a las necesidades de los nativos. De esto resulta que estos países al estar obligados a adquirir en las metrópolis los productos de primera necesidad que ellos no producen, están firmemente sujetos a las metrópolis. Es así como, entre otros países semicoloniales, la isla de Cuba, especializada en la producción de tabaco, de azúcar, de frutas, para los imperialistas yanquis, está obligada a comprar los productos de primera necesidad en los Estados Unidos de América. El estado de estos países justifica en cierta medida la expresión del programa respecto de los países coloniales y semicoloniales, referida a que, "con relación a los países industriales, que constituyen de algún modo la concentración urbana mundial, ellos representan la campaña del mundo". Para apoderarse de los países libres, el imperialismo penetra en ellos por medio del comercio, del capital financiero. Poco a poco, con la resistencia o el consentimiento más o menos pasivo de los elementos nacionales, el imperialismo se crea una fuerte posición económica, y, paralelamente, en la mayoría de los casos, conquista posiciones políticas. Así, coloniza Cuba, Nicaragua, Panamá y otras repúblicas de América Latina, en las cuales su dominación política y económica es muy fuerte. Otros países resisten más a la dominación económica y política, ya sea porque son más grandes, y por consiguiente más difíciles de sojuzgar, ya sea porque ellos sacan partido de su situación geográfica o de la compete de otros imperialismos. En estas condiciones se hallan algunos países de América Latina, tales como la Argentina, el Brasil, que, a pesar de la penetración económica del imperialismo, no son todavía sino semicolonias. México resiste heroicamente a la penetración imperialista; ocupa así un lugar vecino al de los países semicoloniales. Pero la colonización de México hallará grandes obstáculos para el imperialismo, debido a su gran fuerza económica y política. El Ecuador, como consecuencia de su situación geográfica alejada de los Estados Unidos de América y de Inglaterra, no ha sido todavía profundamente penetrado por los capitalismos extranjeros. Aún no ha contraído ningún empréstito con los Estados Unidos de América, y sus inversiones son mínimas. Por otra parte, el capital nacional es más conside [rablemente escaso por lo que es de prever que]* la colonización de este país será más fácil cuando los imperialistas se ocupen más seriamente de la explotación de las riquezas de este país. Es muy importante establecer una distinción entre los países semicoloniales y aquellos que, a falta de un término mejor, pueden ser llamados "dependientes". Los problemas de la lucha proletaria deben ser encarados de un modo diferente en los países coloniales y semicoloniales que en los países "dependientes". Es muy importante establecer esta división porque la concepción que se ha tenido hasta aquí de nuestros países los considera como la "campaña del mundo", y altera así los problemas de la lucha en estos países al subestimar las fuerzas proletarias y al sobrestimar la cuestión campesina. Es por ello que las consignas de la revolución agraria democrático-burguesa están consideradas en el programa como las tareas por realizar en estos países. Para caracterizar las relaciones de fuerza entre el imperialismo y los países coloniales, semicoloniales y "dependientes", se puede establecer la siguiente formulación: "A una penetración económica más profunda de los imperialistas corresponde una mayor dominación política". Para los países "dependientes" que, gracias a una fuerza política bastante grande, son capaces de resistir a la penetración imperialista, esta fórmula no es enteramente justa, porque la penetración económica extranjera se corresponde con una dominación política menor. Es el caso de la Argentina y del Brasil. Es comprensible que no pueda establecerse una clasificación rigurosa entre los países llamados semicoloniales, puesto que hay un gran número de formas intermedias. Se debe entonces aceptar una nueva categoría adjunta a los tres grupos de países, clasificados en el programa de acuerdo con su desarrollo económico y el grado de dependencia política. Este nuevo grupo estaría constituido por los países "dependientes", que están penetrados económicamente por el imperialismo pero que conservan una independencia política bastante grande, ya sea debido a una penetración económica débil, ya sea debido a su fuerza política. El imperialismo, con todos estos rasgos característicos de penetración económica, su monopolismo, su política económica, cambia el desarrollo normal del capitalismo en nuestros países, y por ello este desarrollo reviste un carácter diferente del de Europa en el período del desarrollo del capitalismo de libre competencia. Debido a que todas estas causas provocan un movimiento revolucionario poderoso en los países coloniales y semicoloniales, la Internacional Comunista debe acordarles una mayor atención. En el capítulo IV, hay una serie de problemas discutibles. En la página 21 del folleto publicado en francés, en el parágrafo que trata acerca de la agricultura, punto d], al hablar del modo de repartición de las grandes propiedades agrarias expropiadas, se propone distribuir las tierras arrendadas antes a los campesinos pobres y en parte a los medianos campesinos. Voy a exponer aquí mi punto de vista. Propongo la siguiente enmienda: "No dar a los campesinos las tierras que estaban arrendadas, sino crear explotaciones colectivas." Los países con un capitalismo altamente desarrollado tendrán, en el momento de la revolución proletaria, grandes dificultades para solucionar el problema de la tierra. En algunos de estos países, por ejemplo, en Francia, el número de campesinos es muy grande y la tierra está muy subdividida. Por otro lado, el espíritu individualista de esos campesinos es un factor muy desfavorable para la socialización de la tierra. Soluciones diferentes se imponen en los diferentes países en materia de la repartición de la tierra. Debido al gran número de campesinos existentes en ciertos países capitalistas altamente desarrollados, será necesario establecer una alianza con el campesinado. Una dictadura exclussiva del proletariado será, en principio, muy difícil, como consecuencia de la fuerza económica que todavía representa el campesinado. En este sentido, los países atrasados desde el punto de vista industrial se encuentran en mejores condiciones en lo que concierne a la socialización de las tierras; su principal obstáculo para el socialismo será la industrialización escasamente desarrollado. En un gran número de países de América Latina, los latifundios son la forma predominante de la propiedad agraria; el trabajo asalariado y el sistema de arrendamiento son allí dominantes. La tierra concentrada en pocas manos será fácil de expropiar y de socializar. Por otra parte, los países de América Latina que tienen una población indígena muy numerosa (México, Ecudor, Perú, Bolivia) están en mejores condiciones para la edificación del socialismo en el campo que los países donde este elemento indígena no existe. Existen numerosas comunas en México, en Ecuador, en Perú, en Bolivia, que representan actualmente elementos combativos contra el poder de los feudales y que, en el momento de la instauración del régimen proletario, serán núcleos para la cooperación socialista en el campo. Los indios americanos tienen un espíritu colectivista muy notable. Constituyen cooperativas de producción agrícola, de irrigación, de construcción y otras formas de trabajo colectivo. Estos elementos deben ser utilizados en el estado proletario para la construcción del socialismo. Muchos levantamientos de obreros agrícolas y de campesinos en América Latina tuvieron como centros a las comunas. En el Ecuador, en 1926 se produjo un gran movimiento de masas por el reclamo de tierras ejidales (tierras que pertenecen a los pueblos o a las ciudades) que habían sido robadas por los feudales. En el curso de este año, cuatro grandes levantamientos de indios se han producido en el Ecuador. Una de estas rebeliones tuvo como punto de partida una de las comunas. Algunos de estos levantamientos han sido dirigidos por el partido socialista. En estas rebeliones hemos podido apreciar la gran fuerza revolucionaria de los indios y su espíritu colectivista. En la Argentina y en el Uruguay la situación en el campo varía, porque en estos países de latifundios la parte más importante de los obreros agrícolas y de los campesinos está constituída por mestizos, criollos y obreos europeos emigrados entre los cuales predomina el espíritu individualista. (En la Argentina, el levantamiento más importante de los obreros agrícolas y de los campesinos ha sido el de los peones** de la Patagonia.) Con el problema revolucionario está ligado el de las razas oprimidas, como los indios de América Latina. Los indios constituyen en algunos países la población predominante en los campos, y sufren mucho más que los obreros blancos y mestizos la explotación de los terratenientes. Por otra parte, los indios, considerados como una raza inferior, son tratados más brutalmente. Todos estos factores determinan, entre los obreros y campesinos indígenas, un gran espíritu de solidaridad y de clase explotada. Asimismo, el indio es un elemento muy revolucionario. Yo creo que este problema de las razas oprimidas debe ser tratado en el programa. Otro problema que juzgo importante de encarar es el de las revoluciones pequeñoburguesas. En América Latina ellas poseen una fisonomía propia y son de gran interés para la causa del proletariado. El camarada Thalheimer, en su crítica del proyecto de programa, da una apreciación falsa de la revolución en algunos países de América Latina. La más típica de esas revoluciones es la revolución de México, que se prolongó desde 1910 hasta 1917, y que dejó una situación revolucionaria en el país. Esta revolución, cuyo carácter es pequeñoburgués, contiene ciertos matices socialistas, como consecuencia de la intervención de la clase obrera organizada y de las reivindicaciones de carácter proletario que han sido planteadas durante la revolución. Algunas de ellas had sido cumplidas. La Casa del Obrero Mundial, que entonces era el núcleo de la actual Confederación [Regional] Obrera Mexicana, se presentaba con un programa socialista y luchaba junto con la pequeña burguesía. El carácter antimperialista de la revolución mexicana, la hegemonía de la pequeña burguesía, la heroica lucha de las masas campesinas por la tierra, dirigida por su famoso jefe, el general Zapata, dan a la revolución mexicana el carácter pequeñoburgués, además, de otros rasgos pequeñoburgueses que posee esta revolución. Es preciso estudiar seriamente la revolución mexicana, que es muy importante para el movimiento proletario del mundo entero y especialmente de América Latina. La revolución pequeñoburguesa del Ecuador, en 1925, presenta ya otras características, a pesar de que posea ciertas similitudes con la revolución mexicana. La revolución de 1925 fue dirigida principalmente contra la plutocracia financiera que había dominado el país durante más de treinta años, contra los funcionarios corrompidos del estado, contra los jefes del ejército, contra los grandes propietarios terratenientes. El gobierno cívico-militar que fue instaurado tenía cierta estructura soviética. El gobierno se basaba en consejos militares y delegados de las organizaciones obreras (estos últimos solamente con derecho a ser consultados). El órgano supremo era un consejo cívico. Los diferentes manifiestos de estos consejos militares, así como el programa de la liga militar que había hecho la revolución, hablaban siempre de las reivindicationes proletarias. Violentos golpes fueron dirigidos contra la plutocracia, y algunos monopolios capitalistas privados fueron trasferidos al estado. Fueron tomadas ciertas medidas radicales (ley de expropiación de las tierras). Los pequeñoburgueses fueron perseguidos; muchos de sus órganos de prensa, suprimidos; el clero, perseguido; ciertas reivindicaciones obreras fueron realizadas, y, en los inicios de la revolución, las huelgas fueron apoyadas por el ejército. Fue el ejército el que determinó la ocupación de las tierras por la población de Cayambe. En este período, se produjeron numerosos levantamientos de obreros agrícolas y de campesinos contra los terratenientes y contra las autoridades. La revolución tuvo también un carácter antimperialista. En los primeros momentos de la revolución, el gobierno se preocupó por la revisión de los contratos con los imperialistas. Es muy importante conocer bien estas revoluciones pequeñoburguesas porque ellas son capaces de remover profundamente la estructura social. Además, durante estas revoluciones la organización obrera cobra un gran desarrollo, como en México y en Ecuador. El capítulo fija las tareas para los partidos comunistas según el diferente grado de desarrollo industrial de sus respectivos países. Ya he hablado de la necesidad de crear un nuevo grupo para los países que sufren la penetración imperialista, pero que no son todavía pueblos semicoloniales. Los países dependientes, como la Argentina, el Brasil y el Ecuador, son aquellos países donde la fuerza del imperialismo no es preponderante. Esto es debido o bien a la fuerza política de esos países (Argentina, Brasil), o bien a la débil penetración económica del imperialismo (Ecuador). En dichos países, creo, la consigna de la revolución agraria democrático-burguesa no es justa. Posiblemente, ella tendrá más éxito en los países profundamente penetrados por el imperialismo, donde la presión política de los imperialistas se hace sentir y donde la cuestión de la tierra constituye una de las palancas fundamentales de la revolución. Una de las causas que podrían determinar una revolución social en nuestros países sería una guerra imperialista o una guerra contra la URSS. En ese caso, los problemas se presentarán de manera diferente en la Argentina y en México. En México podría lucharse por una revolución antimperialista contra los propietarios terratenientes. En cuanto a la cooperación de la burguesía nacional en esta guerra contra el imperialismo, es una cuestión sumamente problemática. Si, en lugar de la pequeña burguesía, es el proletariado el que tiene la dirección de esta revolución, en estrecha alianza con el campesinado que reclama la tierra, la gran burguesía de México se opondrá francamente al proletariado y al campesinado. Incluso si, durante algún momento, la burguesía se colocase del lado del proletariado, lo traicionaría más rápidamente todavía que la burguesía china, porque las reivindicaciones del proletariado industrial y agrario, así como las del campesinado, plantearían de manera aguda el problema de las clases. De la misma manera que el proletariado recoge las experiencias de la lucha en el mundo entero, la burguesía también recoge las experiencias de las luchas contrarrevolucionarias. La burguesía nacional sabe bien que, en las condiciones actuales, una lucha contra el imperialismo, que tuviese como aliado al proletariado organizado según un programa revolucionario y a los campesinos que reclaman la tierra, es una alianza muy peligrosa para ellos. Los problemas de la independencia nacional no se presentan ahora a la burguesía de la misma manera que anteriormente, cuando en los países coloniales y semicoloniales las fuerzas nacionales pretendían solamente obtener la independencia nacional. Ahora el proletariado existe como clase organizada, revolucionaria, y estas circunstancias cambian la cuestión. En la época actual, los problemas sociales se plantean de manera muy aguda, cuando, los comunistas se expanden en el mundo entero y cuando la Internacional Comunista deviene la guía del proletariado revolucionario, la burguesía no puede tener una actitud semejan a la que tuvo en el momento de la independencia del pueblo de América Latina. La recolonización de los pueblos de América Latina, proseguida por los imperialistas a pesar de que despierta los sentimientos nacionalistas de la burguesía, no puede ser impedida de manera eficaz más que por la fuerza del proletariado y del campesinado. Es el momento del reagrupamiento de las fuerzas antagónicas: el proletariado y las capas más pobres contra el poder de la burguesía del mundo entero. El programa dice que el proletariado debe conservar toda su independencia de clase, toda su combatividad contra los explotadores, incluso si se diera una alianza temporaria con la burguesía. Estas frases son enteramente justas. Ellas deben penetrar profundamente en el espíritu de todos los revolucionarios. La consigna de la revolución agraria democrático-burguesa ha producido ya demasiada confusión en aquellos partidos de la Internacional Comunista que, durante cierto momento, han manifestado tendencias oportunistas reformistas. Nosotros ya hemos indicado que en casi ningún país de América Latina los terratenientes constituyen una capa diferente de 1a burguesía. Inclusive, la burguesía y estas diferentes capas están a veces confundidas en una sola capa de plutócratas. En la ciudad de Guayaquil, el principal puerto del Ecuador, hay una plutocracia que posee al mismo tiempo latifundios, empresas industriales bancos y grandes establecimientos comerciales y de vivienda. Esta plutocracia monopolista es al mismo tiempo una aliada fiel del imperialismo norteamericano. Algunas compañías industrial están formadas por los capitalistas nacionales y extranjeros, como la Anglo-Ecuatoriana Oil Company. El mismo fenómeno se registra en otros países de América Latina. Se comprende así que la solidaridad de los intereses de la burguesía nacional con los imperialistas debe ser muy fuerte. Por esta razón, la burguesía de Guayaquil ha pretendido reiteradamente aplastar al gobierno actual y, a pesar de que él ha concedido ciertos privilegios al imperialismo yanqui, éste no está todavía conforme y trabaja por la instalación de un nuevo gobierno que le otorgue todos los privilegios. Yo pregunto cómo podríamos nosotros expropiar solamente los capitales imperialistas y las tierras de los feudales sin expropiar al capital nacional, siendo que éste está enteramente ligado a los propietarios terratenientes y a los imperialistas. Por otra parte, expropiar solamente la tierra de sus explotadores, dejándoles las industrias, los bancos y el comercio, es decir, la fuerza económica más importante, sería el fracaso de la revolución democrático-burguesa dirigida por el proletariado. La verdad es que la burguesía nacional preferirá obtener menos beneficios y conservar su propiedad poniéndose al servicio de los imperialistas. En el programa está indicado que en los países coloniales y semicoloniales la parte más importante de las industrias, de los bancos y del comercio está en manos de los capitalistas extranjeros. Si esto fuera cierto, entonces, en el momento de la expropiación de los imperialistas, el capital nacional sería tan mínimo que no representaría una fuerza política importante. Sería pues un error dejar a nuestros enemigos de clase las últimas fortalezas. Si la revolución agraria triunfa, si ella es capaz de expropiar a los propietarios latifundistas, a los capitales de los imperialistas y —ésta es la tarea más difícil— si el proletariado y los campesinos tienen éxito en constituirse en gobierno obrero y campesino, será también posible expropiar los capitales de la burguesía nacional sin indemnización. Para la Argentina, el problema se presentará de manera un tanto diferente según que la guerra se realice entre imperialistas o contra la Unión Soviética. La consigna de una revolución por la independencia nacional en la Argentina tendría muy poco éxito, porque la opresión imperialista no reviste allí caracteres tan graves como en México, en Cuba, en Panamá. Para la Argentina, en caso de guerra, habría dos soluciones: una, la huelga general y el boicot de la clase obrera; o bien, la revolución del proletariado apoyado por los campesinos para expropiar el capital nacional y el de los imperialistas. Creo que para la mayoría de los países denominados semicoloniales y "dependientes", la consigna de la revolución agraria no es justa. En cuanto a la colaboración de los obreros con los zampesinos, no hay discusión posible: es una necesidad indispensable. La alianza del proletariado con la pequeña burguesía se presenta de modo un tanto diferente. Los todavía numerosos artesanos de algunos países son elementos que pueden utilizarse con Éstos son, camaradas, los problemas que quería exponeros. La enmiendas suplementarias os serán presentadas aparte. * En el original francés falta una línea que hemos reconstruido tentatiente con el texto que va entre corchetes. [E.] (LCI, núm. 109, 25 septiembre 1928, pp. 1172-1175.) Fuente: Communist International. Congress, VI Congreso de la Internacional Comunista, Cuadernos de pasado y presente, 67 (México, D.F.: Siglo XXI, 1978), 176-86. | e-archivo ecuatoriano | Marc Becker's Home Page | marc@yachana.org | |