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El movimiento revolucionario latino americano 

 

Hacia la Conferencia Comunista Latino-americana

Fuente: "Hacia la Conferencia Comunista Latino-americana", La Correspondencia Sudamericana 2 época, no. 9 (1 abril 1929): 4–5.

El Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, en acuerdo con el C. E. de la I. C., continúa la preparación de la Primer Conferencia de los partidos comunistas de la América latina. Esa Conferencia deberá tener una importancia enorme y una influencia grandiosa para el desarrollo ulterior del movimiento revolucionario en esta parte del continente.

¿De qué proviene esa importancia y esa influencia?

En primer término, de la significación política de la América latina, de su ubicación en el mapa de las contradicciones mundiales del imperialismo. La guerra universal pasada no ha hecho sino acentuar las contradicciones internas e insanables de la sociedad capitalista, incapaz de dominarlas; por lo contrario, ha creado una exasperación imperialista en todos los sentidos, que las agrava y las intensifica, creando por ende todas las condiciones exigibles para el estallido de nuevos y formidables conflictos, ya dibujados claramente en el horizonte. Las luchas entre los imperialistas —por las zonas de influencia, por los mercados y las materias primas, por la hegemonía mundial, por la redistribución del mundo—, se hacen cada vez más vastas y más profundas y anuncian desde ya nuevas pavorosas guerras, a las que se preparan todos los gobiernos capitalistas. Las contradicciones son múltiples, se entrelazan y entrecruzan, dominando en ellas la contradicción fundamental entre el conjunto de las potencias capitalistas y la Unión Soviética. Entre las contradicciones imperialistas, la saliente y principal es la reinante entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, que desarrollan la lucha en todos los continentes y en todas las ramas. En el desenlace de esta contradicción, la América latina desempeña una función de primera importancia: por estar en ella muy arraigado el imperialismo británico, si bien la fantástica penetración del imperialismo yanqui sigue la línea del desalojamiento de aquél; por la riqueza enorme de materia prima; por el mercado vasto que representa. El hecho de no haber sido formalmente repartida, explica la preferencia que hacia ella existe, y que la convierte en excelente campo de operaciones de las rivalidades imperialistas. América latina es, para imperialistas británicos y yanquis, una carta fundamental cuyo juego puede ser y será el objeto de grandes luchas y de la guerra inclusive.

En segundo lugar, la importancia proviene del hecho de haber surgido ya, impetuosamente, con vigor inusitado, el movimiento obrero y revolucionario, el movimiento antiimperialista en los países latinoamericanos. En muchos de sus países, vése claramente que el movimiento antiimperialista tiene en las fuerzas obreras su base social más importante, desde ahora, hecho paralelo del despertar enérgico de las masas laboriosas. En el campo sindical hallamos una buena ilustración de esto: surge, con inexperiencia orgánica, con deficiencias muchas veces, pero fuerte y robusto un gran movimiento sindical, que arrastra efectivamente a grandes masas a luchas que asumen proporciones grandiosas y de las cuales la reciente acción colombiana no es sino un ejemplo imponente. Esas masas, que no tienen tradición de lucha, hambreadas y oprimidas por el imperialismo y por los gobiernos nacionales, se lanzan a la lucha con una abnegación y un espíritu de rebeldía asombrosos. El fracaso en buena medida de las tentativas de la C. O. P. A. para adueñarse del movimiento obrero latino-americano, y por el contrario, el éxito que ya ha conseguido el Comité organizador del Congreso Sindical de Mayo, muestra claramente que este naciente movimiento sindical se orienta por el camino de la lucha revolucionaria.

Tercero y principal; el hecho de que ya la lucha armada contra el imperialismo y contra la opresión nacional se haya iniciado: en estos momentos justamente en Méjico el proletariado y las masas campesinas empiezan a tener una participación directa muy apreciable en el movimiento revolucionario, y la resistencia sandinista, que se mantiene a pesar de todos los esfuerzos sanguinarios tentados por el imperialismo, prueban la capacidad de lucha de las grandes masas. Se preparan grandes acciones revolucionarias en la América latina, que empalman la lucha contra el imperialismo con la lucha contra la burguesía nacional y, principalmente, contra los grandes propietarios. Es en tales momentos que se reunirá el Congreso Comunista Latino Americano.

Esta grandiosa asamblea que se efectuará con delegaciones de todos los partidos comunistas de la América latina, tiene una misión esencial que cumplir: unificar la labor revolucionaria en esta parte del continente, analizar concretamente las vías del movimiento revolucionario y las formas de organización susceptibles de colocar a las grandes masas bajo la influencia de nuestros partidos. La lucha se presenta en condiciones complicadas, que frecuentemente enfrenta nuestros movimientos a regímenes dictatoriales y tiránicos, por medio de los cuales el imperialismo realiza con mayor celeridad su política de conquista de la riqueza nacional. Se trata de ver, en esas condiciones concretas, cómo impulsar y hacer avanzar nuestro movimiento. Desde este punto de vista, uno de los problemas principales el de la revolución y sus formas. Hay que agotar, en este orden, las enseñanzas de la larga experiencia mexicana, del movimiento sandinista, del movimiento Prestes. Es claro que la perspectiva es la de la revolución democrático-burguesa que significa antes que nada la realización verdadera de la revolución agraria; pero es igualmente claro que la revolución democrático-burguesa no será conducida a buen fin si la hegemonía del movimiento no está en manos del proletariado, que es la clase consecuentemente revolucionaria. El caso mexicano, para ceñirnos a la América latina es evidente: la pequeño-burguesía pasa cada vez más del lado del imperialismo y de los grandes propietarios entregando todas las conquistas de la revolución. ¿Qué significa la revolución democrático-burguesa bajo la dirección del proletariado? Significa la utilización, por éste de todas las posibilidades revolucionarias de las fuerzas no proletarias, en la lucha contra el latifundismo y contra el imperialismo, y significa, inmediatamente, la base para la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución proletaria, porque en suma sólo en la realización de ésta aquélla tendrá su plena realización y garantía.

Esas fuerzas revolucionarias no proletarias son: primero, el campesinado, cuyas posibilidades revolucionarias son de primera importancia en la América latina, y que será un aliado fiel de la clase obrera; sectores importantes de la pequeño-burguesa, oprimida por el imperialismo, y algunos de los cuales marcharán: parte, en circunstancias especiales, de la burguesía nacional, que es incapaz, de todos modos, de llevar la lucha hasta el fin y que llegará a compromisos con el imperialismo (en algunos países ese compromiso ya existe). La experiencia china y la hindú muestran con toda la luz deseable la trayectoria de la burguesía nacional, que es capaz incluso, por un cierto periodo, de luchar con las armas en la mano, pero que llega a pactar con el imperialismo y a convertirse en su agente para el aplastamiento del movimiento de las grandes masas populares. La cuestión de la revolución democrático- burguesa no puede sernos indiferente: es nuestro asunto. Y urge desplegar, bajo una táctica adecuada todo el trabajo necesario, para asegurar, en el curso de la acción, la hegemonía al proletariado. Por su propia naturaleza, es evidente que corresponde al impulso de la revolución agraria un papel decisivo.

¿Como precisar concretamente la perspectiva revolucionaria? ¿Cómo determinar la cuestión de nuestros aliados y la naturaleza específica de esos aliados? ¿Cómo establecer las bases susceptibles de permitirnos, como proletariado, la hegemonía en el movimiento revolucionario de conjunto? ¿Cómo asegurar nuestra influencia entre las masas, mediante cuáles órganos especiales? ¿Cómo encarar prácticamente el problema campesino? He ahí otras tantas cuestiones de importancia cardinal para el porvenir de nuestro movimiento.

No podemos establecer, con los materiales de que hasta hoy disponemos, en qué medida la próxima Conferencia agotará todas estas cuestiones y dará una respuesta categórica a ellas. Pero es de todos modos cierto que existe ya la documentación suficiente y la experiencia necesaria para intentar ese estudio, que importa para la orientación de toda la acción comunista.

Tenemos, en primer lugar, las tesis del VI Congreso mundial de la Internacional Comunista sobre la cuestión colonial y semicolonial; tenemos las discusiones, importantísimas, verificadas en ese Congreso alrededor de esas tesis, y que resumen la ya rica experiencia de la I. C. en esa cuestión, analizada a la luz de la concepción leninista aplicada a los movimientos coloniales más importantes; tenemos asimismo las deliberaciones de la Conferencia Sindical Latino Americana de Moscú y las tesis provisorias sobre la América latina; en el dominio continental tenemos antes que nada, la experiencia mejicana, llena de lecciones que hay que generalizar y, en buena medida, la experiencia brasileña, donde el problema de la revolución pequeño-burguesa ya se ha planteado concretamente, habiendo sido el objeto de un análisis particular de parte del III Congreso del P. C. B. Es evidente que sobre esta base, es posible y factible una discusión, que será, sin duda, sumamente provechosa para el movimiento comunista latino - americano. Una de las tareas mayores de la Conferencia será la de precisar la ideología comunista, leninista en esta materia, en la cual ideología extrañas y confucionistas, como la del hayadelatorrismo —que puede nacer también fuera del Perú—, pueden retardar el desarrollo del movimiento, por la misma naturaleza que éste ofrece en su iniciación en la América latina.

Todas las cuestiones de la Conferencia se supeditan a esta necesidad revolucionaria superior. He aquí por qué juzgamos necesaria llamar a todos los compañeros a que, preparando la Conferencia, inicien desde ya, en la Revista del S. S. y en los órganos de los diversos partidos, la discusión sobre estos problemas. Esta contribución facilitará el trabajo de la Conferencia y adelantará la formación de una conciencia general común.


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