Ecuadorian Studies, September 2001, No. 1
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Ecuadorian Studies

Estudios ecuatorianos / Ecuadorian Studies No. 1 (Sept. 2001)

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ENTRE EL BOLERO Y EL INTERNET:

REFLEXIONES DESDE LA MITAD DEL MUNDO

por

Michael Handelsman
Modern Foreign Languages and Literatures
University of Tennessee, Knoxville

              "Neither nostalgia nor modernization will save us." --Bill Readings

Resumen: Con el levantamiento indígena de 1990 y el creciente debate sobre la plurinacionalidad y la interculturalidad, los ecuatorianos se han visto obligados a repensar muchos conceptos que tradicionalmente han empleado para definir al Ecuador y las relaciones que vinculan y separan a los diferentes actores sociales del país.  Al pasar de un milenio a otro, poco se puede analizar respecto a lo ecuatoriano sin referirse a los efectos muchas veces contradictorios de la globalización y el neoliberalismo.  Raúl Pé rez Torres y Raúl Vallejo son dos autores de ficció n quienes han recurrido a la literatura a examinar algunas de las inquietudes que marcan la actual crisis nacional.  Concretamente, mientras que Pérez Torres busca una especie de purgación espiritual del desencanto generado por los fracasos del idealismo revolucionario de los aZos 60, Vallejo suena una voz de alerta frente a las promesas vací as de un sistema globalmente deshumanizante.  Es decir, entre escuchar boleros de alguna rocola cantinera y leer dispersos mensajes transmitidos por el internet, se conoce a un país determinado a forjar un sentido del aparente caos en que se encuentra.

INTRODUCCION

En 1950 Leopoldo Benites Vinueza publicó una colección de ensayos titulada Ecuador: drama y paradoja, un conjunto de textos interpretativos ya clásicos dentro de una elusiva búsqueda de definición nacional.  De hecho, Benites puntualizó que "El Ecuador es un pueblo que, por cien aZos, anda en busca de su destino" (307).  Los acontecimientos recientes que el Ecuador  padeció en enero del aZo 2000, parecen confirmar lo acertado y vigente de la interpretación de Benites.  Más aún, la emergencia de los indígenas como actores protagónicos en un escenario político nacional y transnacional pone de relieve la medida en que el Ecuador sigue siendo un país de "drama y paradoja."  Por una parte, toda su historia parece girar en torno a un inagotable potencial de recursos humanos y naturales, los cuales se han desgastado en infinitas oportunidades perdidas.  Por otra parte, la metáfora tan sugerentemente empleada por Benites es un recuerdo de que el Ecuador ha sido--y sigue siendo--un país de profundas contradicciones que evoca las dos caras de Jano, la una que mira hacia atrá s y la otra que mira hacia adelante.  Esta misma doble y contradictoria mirada, que es simbólica de un sinnúmero de actitudes y comportamientos igualmente contradictorios, se encuentra reflejada en un comentario que William Rowe hizo al referirse a Vargas Llosa:  "New historical contexts have become obscured by old political languages, as if the political map itself had not changed since the 1960s ..." (45).

Si bien es cierto que este palimpsesto de fuerzas antagónicas corresponde a toda América Latina donde lo premoderno, lo moderno y lo posmoderno se nutren mutuamente, el caso ecuatoriano ofrece características muy particulares.  De hecho, será por algo que el Ecuador se encuentra en la mitad del mundo desde donde algunos han querido explicar su "drama y paradoja" en té rminos de:

vivir a horcajadas sobre la línea equinoccial, recibir el pleno sol de la mitad del mundo, mirar y pisar los dos hemisferios a la vez--el austral y el borreal, contemplar constelaciones antípodas que sólo desde aquí se pueden ver simultáneamente, desde la Osa Mayor hasta la Cruz del Sur y, en medio, cenitalmente, Orión; estar, en fin, abiertos a todos los vientos del planeta  (Salvador Lara 16-17).Esta última alusión al lugar supuestamente privilegiado que el Ecuador ocupa en cuanto a su geografía exige una cuidadosa matización de significados e interpretaciones, tanto hist óricos como culturales.  No hemos de olvidar que el Ecuador ha sido un paí s simultáneamente cé ntrico y periférico desde mucho antes de la actual globalización, la que ha convencido a muchos de la fluidez y arbitrariedad de nuestras fronteras tradicionales.  Es decir, gran parte del "drama y paradoja" del Ecuador se debe a una especial convergencia de los conceptos mismos del ser y del estar.  A pesar de sugerir posibles rasgos de algún cuento borgiano, la historia del Ecuador surge de una narración sobre un pa ís que vacila entre ser un centro mientras está en la periferia y ser periférico mientras está en el centro.  La referencia a Borges no está demás; se recordará que el nombre del Ecuador viene de una lí nea equinoccial que es totalmente imaginaria.

Así que "estar abiertos a todos los vientos del planeta" conlleva infinitas posibilidades de interpretación y reflexi ón que no han de entenderse estrictamente en términos geográficos o logocéntricos.  Lo imaginario de su nombre junto a las mú ltiples colisiones propias de un país que todavía lucha por comprender y por aceptar su plurinacionalidad, ha convertido al paí s en un enigma desafiante que fascina a los que frustra y frustra a los que fascina.

Me he permitido estas disquisiciones iniciales con el afán de establecer el contexto en el cual pienso analizar dos ficciones recientes que no solamente confirman lo medular que sigue siendo el tema identitario en el Ecuador, sino que también sacan a la luz la simultaneidad de los diversos tiempos y espacios desde los cuales se sigue imaginando al Ecuador.  Concretamente, mi lectura del cuento "Sólo cenizas hallarás" (1994) de Raúl Pérez Torres, y de la novela Acoso textual (1999) de Raúl Vallejo, resalta la confluencia que existe entre una rocola que nos arrulla con sus boleros y un ordenador que nos sumerge en el espacio cibernético.  Buscar al Ecuador entre el bolero y el internet--o si se prefiere, entre lo moderno y lo posmoderno--no ha de extraZ arnos, ya que se trata de un paí s  acostumbrado a "mirar y pisar ... dos hemisferios a la vez."

He de recalcar, sin embargo, que esta bú squeda será fructífera solamente en la medida en que se tome en cuenta la advertencia del epígrafe de este ensayo:  "Ni la nostalgia ni la modernización nos salvará n" (Readings, 80; traducción del autor).  Está claro que Pérez Torres y Vallejo utilizan sus respectivas ficciones precisamente para descubrir y/o inventar un espacio intermedio desde el cual sus personajes pueden liberarse, tanto de los hechizos de un pasado perdido, como de los de un futuro prometido.

"S ÓLO CENIZAS HALLARÁS", O, UN BOLERO PARA DES(EN)CANTAR

Raúl Pérez Torres (1941) tiene una trayectoria distinguida como cuentista en América Latina; premiado en 1980 por la Casa de las Américas, tiene a su haber seis colecciones de cuentos, una novela, un poemario y numerosos ensayos.  "Sólo cenizas hallarás" ha sido una confirmación m ás de la alta calidad y de la recepción entusiasta que caracterizan la obra de Pérez Torres: en 1994, el cuento gan ó el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional y, en 1995, recibió el Premio Julio Cortázar de EspaZ a.

Producto de los aZos 60, Pérez Torres ejemplifica a toda una generación de escritores iconoclastas que habían soZado con asaltar al cielo y, que después de los fracasos y la desilusión dolorosamente patentes en los 80, no pocos terminaron ahogándose en un profundo desencanto.  De hecho, el mismo Pé rez Torres escribió una novela titulada Teoría del desencanto (1985), en la cual lamentó: "nos fuimos apagando, descorazonados por la abulia del medio, por el grito al vacío, por la falta de imaginación, por el egoísmo, la falsedad, la cobardí a, la división de las organizaciones de izquierda ..." (17); "Se instaló [sic] en nosotros la soledad y la vergüenza  ..." (18).En no poca medida, "Sólo cenizas hallarás" constituye una purgación espiritual de aquel pesimismo que se nutr ía simultáneamente de una exagerada nostalgia por una época perdida y de una profunda angustia por la impotencia frente a las fuerzas neoliberales que habían logrado hundir al Ecuador en el remolino de la deuda externa.  El contraste entre la grandeza de la so Zada utopía de los 60 y la amplitud de su fracaso produjo un desencanto que inmovilizó a muchos, aunque por razones diversas.  Lo que interesa aquí es destacar una tendencia a idealizar o a mitificar los a Zos sesenta hasta tal punto que todo y todos se habían agotado en la idea misma de aquella época trágicamente perdida.

Inspirado en la letra de un bolero cantado por ToZ a la Negrauna cantante popular contemporánea, Pérez Torres escribe un cuento al compá s de la música nostá lgica de un amor perdido.  Según el epígrafe que abre el cuento y que evoca el bolero: "y si pretendes remover las ruinas/que tú mismo hiciste/sólo cenizas hallará s/de todo lo que fue mi amor" (37).  Como se verá a continuaci ón, de esas cenizas nacerá el fénix proverbial.

El cuento consiste en la narración de un joven de veinte aZos que se encuentra en una cantina donde est á tomando unas cervezas con un amigo.  Este nunca habla y, por lo tanto, el cuento es un monólogo en el cual el hablante traza la historia de su romance con una profesora universitaria, que no solamente es mayor que él, sino que es hija de los aZos 60.  A primera vista, el cuento trata del fracaso inevitable de un amor imposible.  Sin embargo, con una lectura má s detenida, se comienza a percibir la dimensión simbólica del texto.  El joven tiene que liberarse de aquella mujer, de aquella encarnación de toda una época que, debido a su potente hechizo, envuelve al joven narrador en un pasado ilusorio ya muy distante de las obligaciones de un presente que requiere respuestas y acción.  En cierta manera, el romance constituye un retorno a un pasado que pide una reconceptualización de sus aciertos y fracasos, un retorno que hace posible la deconstrucción del ya mencionado hechizo.

En todo el cuento--es decir, en todo el monólogo--se vislumbra una tensión fundamentada en insuperables diferencias de valores y perspectivas de ambos amantes.  El joven narrador encuentra en la mujer "el simulacro de los aZos sesenta, la algarabía rom ántica que alguna vez vivió y que la dejó desarticulada como la plastilina, sin ánimo de enfrentar este riquísimo tiempo del vacío" (40).  Junto a esta crí tica en que el joven contrasta dos tiempos--una época de "simulacro" y otra de un "vac ío" que sugiere todo un momento libre de normas canónicas y anacr ónicamente sagradas en espera de nuevos contenidos y conductas--, la mujer maestra, con aire de superioridad, desprecia lo nuevo. Por encima de los boleros de fondo que han de escucharse en aquella cantina, el joven cuenta que:

me recriminaba mi tiempo en el que se habían perdido las rosas,y la sensualidad, y las palabras bellas, y las utopí as.  "Qué son ustedes," me decía, con el afán de meter en un saco mi juventud, "generación ambigua, irónica, desalmada; ustedes alimentan la vaciedad, son 'monjas' del vacío, ... viven al día porque el pensamiento no les alcanza para el otro.  ... 'ustedes ...sin conciencia moral ni política.  A nosotros nos asombraba todo, íbamos de asombro, de descubrimiento en descubrimiento, debúsqueda en búsqueda.  ¡Asómbrense de vivir carajo!'" (41)

Aunque el joven confiesa haber sido atrapado dentro de la telaraZa de recuerdos y sensualidades de la maestra, la infatuación que él sent ía por ella no pudo con la distancia emocional y cultural que fatalmente iba a romper el hechizo del amante cuyo mundo poco a poco perdía fuerzas por su propia inercia y estado anacrónico.  No con poco sufrimiento, el narrador seZala:

Muchas veces ella mortificaba mi amor hablándome y hablándome de cosas pasadas, mientras la miraba con ojos extraviados, lejanos, frí os.  ¿Qué pasa?, le preguntaba ... y ella me respondía, "no pasa nada, la edad es lo que pasa," y se poní a a hablarme de sus malditos aZos sesenta, de no sé qué guerrilla y no sé qué montaZas... .  Pero me lo decía de una manera tan lejana, tan vaga, como si fuera una referencia al paleolítico (49-50).

El paulatino distanciamiento sentido por el joven narrador llega a su ruptura definitiva cuando él descubre que la maestra--que le había provocado la lamentación de "¿por qué no podía sacarla de mi maldita cabeza ni por un instante?"--se estaba acostando con otro, con un alemán.  Es decir, la mujer amada, la de las promesas e ilusiones, terminó traicionando a su joven enamorado y, simbólicamente, se comprende que toda una generación ha sido engaZada por los hechizos de una é poca más soZ ada que real.  La reacción del joven fue inmediata:

El vó mito me alcanzó en el patio de los geranios.  De mis entra Zas empezó a salir una masa negra y pesada, como de sangre coagulada y me vino a la cabeza aquella imagen o palabra que vi o leí en alguna película o libro.  El venado cuando se ve perdido se deja morir.  No lucha.  Le estalla el coraz ón. Sólo eso.  Le estalla el corazón.  (51-52).

Pese al peligro de una lenta e irremediable muerte propia de la aludida par álisis emocional--un estado que, también evoca aquel desencanto que había inmovilizado a muchos ecuatorianos de los a Zos 80-- el joven narrador se sacude de su desilusión y logra convertir su profunda pena en una especie de extirpación psicol ógica.  Según confiesa desde la cantina, "ahora que estamos chupando, mi recuerdo de ella se parece a la viudez" (50).  En otras palabras, sí ha habido una muerte, y con esa muerte el joven, a diferencia del venado que "se deja morir," pudo liberarse de la nostalgia inmovilizadora, la nostalgia por una amante y una é poca más imaginarias que reales.  De hecho, casi en seguida del vómito, el joven vuelve a la cancha de fútbol--es decir, vuelve a incorporarse a la vida activa--donde él y sus compa Zeros "ganamos cinco a cero al equipo de la Belisario.  Yo hice cuatro goles" (52).

ACOSO TEXTUAL O UN ESPACIO CIBERNÉTICO PARA DESARMAR

El reencuentro consigo mismo que resultó en los cuatro goles, y que sugiere numerosas interpretaciones respecto al Ecuador y la conducta de sus jóvenes que se buscan como individuos y como ecuatorianos, vuelve a aparecer en la novela de Raúl Vallejo, Acoso textual, que recibi ó en 1999 el premio Joaquín Gallegos Lara por ser la mejor novela nacional del aZo.  Vallejo (1959) también ha sido premiado en 1992 por su colección de cuentos, Fiesta de solitarios, y en 1999, por sus relatos publicados con el título de Huellas de amor eterno.

Mientras que el joven narrador de Pérez Torres tuvo que liberarse de una época dorada mitificada y sumergida en el mundo nostálgico del bolero, el narrador de Vallejo busca la misma reintegració n, pero desde el espacio cibernético cuya multiplicidad de voces y de imágenes es propia de una época en la cual lo nacional ecuatoriano se busca en una elusiva plurinacionalidad.  No es casual que el narrador explique su dilema al constatar:  "necesito recoger los miles de pedacitos en los que he dividido mi persona y, reconstruyéndome en el rompecabezas de mí mismo, sentirme, como nunca antes me sentí, un único ser" (134).

Desde su cuarto en una residencia estudiantil universitaria de EEUU, y frente a la pantalla de su ordenador, el narrador entabla relaciones virtuales con seis personas, a saber:   una, radicada en Barcelona; otra, en Buenos Aires; una tercera en la Ciudad de México; y otras tres en diferentes lugares de EEUU.  La ubicuidad de esas amistades, por una parte, y la posibilidad de comunicarse de inmediato, por otra, son un testimonio de las ventajas de la tecnología cibernética.  Lo que interesa aquí , sin embargo, es seZalar como estar conectado con un mundo sin fronteras, se convierte en una obsesión no muy distinta a la que ya se ha comentado al examinar el cuento de Pérez Torres.

Poco a poco, el joven "enchufado" de Vallejo se hunde en el desencanto propio de un mundo virtual que, a pesar de sus promesas de comunicaci ón instantánea, es un mundo hecho de palabras cuyo origen y cuyas verdades más recónditas se esconden detrás de una pantalla que es, en el fondo, un muro transparentemente impenetrable lleno de sorpresas y mentiras.  De hecho, el mismo narrador ha asumido varias personalidades ante sus interlocutores de cyberspace, dejando al descubierto un vacío existencial.  Según confiesa:  "Soy un ser remendado ...  Quiero sentirme uno y sólo uno otra vez aunque intuyo que mis fragmentos permanecerán, por siempre, pegados con baba" (14).

De modo que la ú nica forma de romper el hechizo del internet y sus fábulas cibern éticas es desconectarse.  En uno de sus últimos mensajes, el narrador constata: "... no sabes por qué quiero desconectarme.  No es broma.  Es una forma de liberación que he estado buscando desde muchísimo tiempo atrás" (119).  Y esta liberación, claro está, implica una ruptura con una existencia hecha de simulacros para, así, abrir al narrador  nuevas posibilidades de reconectarse con otros y consigo mismo, mientras que busca "algún sentido que va má s allá de los simulacros en escenarios cibernéticos" (142).

Si bien es cierto que la novela de Vallejo constituye un compendio de reflexiones sobre la comunicaci ón y el poder de la palabra escrita, un compendio de reflexiones que se presta a mú ltiples interpretaciones y disquisiciones acerca del individuo posmoderno, no hemos de pasar por alto su dimensión alegórica.  Es decir, igual al cuento de Pérez Torres, cuya lectura se desarrolla en dos planos simultáneos--el del joven que se libera del recuerdo de la amante idealizada y el de toda una generación que logra romper el desencanto y la inercia de sus sueZ os fracasados de los aZos 60--Acoso textual también ha de leerse con miras a su contexto histórico, donde las múltiples voces e imágenes que constituyen al Ecuador no son una expresión virtual que aparece y desaparece desde el teclado de una computadora.  De hecho, los reclamos actuales de los indígenas y los negros por un nuevo Ecuador, por un Ecuador plurinacional, no se dejan apagar o silenciar.

De manera que mi lectura pretende poner de relieve la convergencia del texto y su contexto, y de ahí, sugerir algunas asociaciones entre el narrador y la nación.  Concretamente, al tomar en cuenta la insistencia del narrador en su "ser remendado," o el lamento de que "Tantos espí ritus en un único cuerpo han terminado por quitarme la noción de mi propia identidad" (64), se intuye que el conflicto personal que surge de una lucha por equilibrar y unificar la multiplicidad del espacio cibernético también pertenece a una naci ón heterogénea y fragmentada, que lucha por comprenderse y por reconfigurarse desde su espacio plurinacional.

No estará dem ás recordar aquí que, en efecto, "Existe ... una especie de codeterminación del texto y el contexto en el proceso interaccional."  M ás concretamente, "El contexto ... incide en el texto como un referente; ya sea que le preste instrumentos de interpretaci ón o le imponga contenidos teóricos de manera explícita o implí cita.  El texto, en tanto elemento de la formación discursiva, incide a su vez, en el contexto comunicacional" (Gimate-Welsh 1994, 67).

Por lo tanto, cuando el narrador de la novela busca su liberación al desconectarse del internet, uno espera que se prepare a entrar en una nueva conversación que no sólo está hecha de palabras y simulacros sino, además, de actos.  En efecto, tanto el narrador como el lector se dan cuenta de que el juego de la virtualidad se ha desgastado por su propia naturaleza deshumanizada y deshumanizante.  Al mismo tiempo, se comprende que el narrador (y la naci ón) no huye(n) de los desafí os de lo múltiple, sino que se dispone(n) a enfrentarlos sin pantallas de ninguna naturaleza de por medio.  Es as í que el narrador comenta:

me he venido a perder a aislar a buscar refugio en las palabras queriendo vivir a través de la sustancia que cada una de ellas encierra y me he olvidado de los actos a través de los cuales los seres entran en contacto con el mundo de la materialidad que me rodea y que se va construyendo a través de pequeZas cosas de la vida que aunque chata siempre emputecida transcurre afuera de estas paredes prefabricadas ..." (83).

Cabe insistir que este afán por realizar una reinterpretación como individuo y como miembro de una comunidad, traspasa tanto los límites textuales de esta novela como los del contexto ecuatoriano.  Desde la mitad del mundo, Vallejo toma el pulso a todos aquellos seres que se sientan acosados en estos tiempos de la globalización.  As í el planteamiento fundamental de Acoso textual encuentra resonancia en una advertencia hecha por el corresponsal norteamericano, Thomas Friedman:

Yes, globalization and the Internet can bring together people who have never been connected before ....  But rather than creating new kinds of communities, this technology often just creates a false sense of connection and intimacy.  ...  Can we really connect with others through E-mail or ... chat rooms?  Or is all this standardizing technology just empowering us to reach farther into the world while exempting us from the real work required to build relationships and community with the folks next door?  ...  E-mail is not building a community--attending a PTA meeting is.  A chat room is not building a community--working with your neighbors to petition city hall for a new road is.  Can we really build cybercommunities that will replace real communities?  I'm very dubious (377).

CONCLUSIÓN

En cierto sentido, tanto Acoso textual como "Sólo cenizas hallarás" terminan con un espíritu de acci ón e iniciativa rejuvenecido y fortalecido.  Aunque no se sabe si los cuatro goles conducirán a acciones mayores, o si  el desconectar la computadora establecerá connecciones más efectivas y productivas, la lectura de estos dos textos pone de relieve la coexistencia y la simultaneidad de dos épocas (la modernidad y la posmodernidad), y de dos medios de expresi ón (el bolero y el internet), ante la búsqueda de una identidad plurinacional que sigue perfilá ndose como "drama y paradoja."

Curiosamente, el "drama y paradoja" que Benites Vinueza había destacado hace medio siglo como un rasgo medular de la identidad ecuatoriana, resulta ser un posible paradigma desde el cual se pueden comprender los efectos contradictorios de una globalizació n que, a comienzos de un nuevo milenio, está obligando a todos los países del mundo a repensar sus identidades.  Nestor Garc ía Canclini ha puntualizado que mientras "empresarios y políticos interpretan la globalización como la convergencia de la humanidad hacia un futuro solidario" (10), otros sectores padecen de "pérdidas de empleos, aumento de inseguridad y degradación ambiental" (15).  Dichas contradicciones vuelven esencial el "repensar có mo hacer arte, cultura y comunicación en esta etapa" (García Canclini 1994, 10).  En cuanto al Ecuador, un país donde se sienten "todos los vientos del planeta," "Sólo cenizas hallarás" y Acoso textual constituyen dos interpretaciones complementarias de una identidad nacional que adquiere su plena envergadura al leerse como una posible respuesta a los mil y un avatares provocados por una globalización cuyo verdadero sentido se encuentra en las líneas entrelazadas del bolero y el internet.

OBRAS CITADAS

Friedman, Thomas L.  1999.  The Lexus and the Olive Tree.  New York: Farrar, Straus, Giroux.

García Canclini, Nestor.  1999.  La globalización imaginada.  Mé xico: Paidós.

Giamate-Welsh, Adrián S.  1994.  Democracia entidad de dos caras: el discurso del PRI y la corriente democrática.  México: Ediciones Coyoacán.

Pérez Torres, Ra úl.  1997.  Só lo cenizas hallarás.  En Los últimos hijos del bolero.  Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Readings, Bill.  1996.  The University in Ruins.  Cambridge: Harvard University Press.

Rowe, William.  1992.  Liberalism and Authority: The Case of Mario Vargas Llosa.  En On Edge:  The Crisis of Contemporary Latin American Culture, George Y údice, Jean Franco, Juan Flores, editores, 45-64.  Minneapolis: University of Minnesota Press.

Salvador Lara, Jorge.  1995.  Breve historia contemporánea del Ecuador.  2ª ed.  M éxico: Fondo de Cultura Econó mica.

Vallejo, Raúl.  1999.  Acoso textual.  Quito: Editorial Planeta del Ecuador.